Encontrar
el pensamiento de Francisco Blanco Prieto donde exterioriza sus
opiniones con una opinión crítica expresión de su auténtica
ciudadanía y en ejercicio libre de su independencia de juicio que le
lleva a decirnos y convencer: “El patriotero suele emplear las
grandes palabras como calderilla sin tener en cuenta las
consecuencias de esa malversación de valores porque su amor a la
patria no pasa de ser una ficción en la vida para estas aves
carroñeras que se pasan el día sobrevolando sobre la necesidad
ajena. Cuando dicen patria, en realidad están hablando de
patrimonio; del suyo, por supuesto. Si mencionan la bandera se
refieren a la banda y bandadas de estómagos que esperan dejar
hambrientos en el banquete; y al discursear sobre los símbolos del
país sólo piensan en los bordados de sus camisas. Sí, porque para
ellos no existen más divisas que las monedas extranjeras o las que
distinguen a los toros que ellos presencian desde la barrera”.
Es una
alegría encontrar pensamientos como el que reproducimos, en una
sociedad tan aletargada por el monopolio del pensamiento de una
“determinada clase” que nos desmoraliza, necesitados de abrazar
una luz que nos ayude a encontrar la “salida” del tunel.
LÍDERES Y MEDIOCRES
"Sin negar la crisis económica que tenemos encima,
me parece la sequía que padecemos de verdaderos líderes, que con su
capacidad, testimonio, generosidad y honradez puedan sacarnos a
flote, algo impensable hoy día porque estamos en manos de mediocres
personajes con apariencia de sabios.
Esta mediocridad que nos envuelve es hija predilecta
de una época caracterizada por el engaño, la simulación, la farsa
y la impunidad a que nos han llevado quienes pretenden enmascarar sus
intereses personales con palabras que han perdido ya su significado
en el diccionario y su valor en la ética ciudadana.
Sus protagonistas, los mediocres, pretenden ocultar
las escasas cualidades personales que atesoran sacando pecho, dando
voces y pisando fuerte, creyendo que de esa forma saldrán de la
mediocridad que les invade, sin darse cuenta que por ese camino se
hunden todavía más en ella, aunque traten de disimular su estatura
poniéndose tacones o subiéndose sobre los demás para alcanzar el
nivel que ambicionan. Su atrevimiento, por ignorancia, les lleva a
asumir tareas que corresponden a ciudadanos que se encuentran en el
escalón superior, es decir, a los líderes naturales que, por su
capacidad de trabajo, su nivel intelectual, su claridad mental y su
honradez personal, son merecedores de los puestos que les
usurpan los mediocres.
Estos grises dirigentes se caracterizan por su
servilismo al jefe y su despotismo con los subordinados. Confunden
los medios con los fines, y tienen un gran surtido de chaquetas en su
armario. Son testarudos, arrogantes e incultos. Se interesan por los
envoltorios, y cuando les señalas la Luna, ellos ponen su atención
en el dedo. El techo intelectual de los mediocres es el
enciclopedismo, y son incapaces de abrir caminos nuevos porque su
conservadurismo mental les limita la creatividad necesaria para ser
geniales. Por eso les aturden las novedades y tienen tanto miedo a la
libertad.
Su inseguridad y desconfianza les hace rodearse de
otras personas aún más mediocres y manejables que ellos, temerosos
que un líder en escalones inferiores pueda hacerles sombra y
quitarles el sillón en cualquier momento. De esta forma se origina
una degradante cadena de jefecillos intermedios, formada por
eslabones cada vez menos eficaces que se prolonga irremediablemente
hasta llegar a la incompetencia metafísica.
A los mediocres les gusta el halago fácil y la
adulación permanente, por eso no soportan la mínima crítica a su
gestión; en cambio, los líderes naturales prefiere las cosas bien
hechas, son exigentes con su trabajo y la crítica les estimula a
mejorar. Los mediocres son vengativos; los líderes, comprensivos.
Los mediocres obligan a los indecisos; los líderes convencen a los
dudosos. Los mediocres necesitan fiases y luces que les iluminen; en
cambio, los líderes brillan con luz propia. A los mediocres les
gusta salir en la foto y atribuirse méritos ajenos; los líderes se
enorgullecen de los méritos conseguidos por sus liderados, a los que
estimulan intelectualmente. Los mediocres se creen que son
locomotoras; los líderes no necesitan creérselo, porque lo son. Los
mediocres negocian soluciones; los líderes consensúan acuerdos,
para evitar que haya vencedores y vencidos. Los mediocres concitan
miedo; los líderes transmiten confianza. Los mediocres ambicionan
votos y poder; a los líderes les sobra prestigio y autoridad. Los
mediocres viven de la imagen, los líderes de las ideas. Los
primeros son patrioteros; los segundos, patriotas, que trabajan con
entusiasmo para que la sociedad progrese más y mejor.
Los mediocres disputan, no dialogan; utilizan la
fuerza porque carecen de argumentos; imponen sus decisiones, no las
comparten. Adocenan, no estimulan. Desaniman, no ilusionan. Fingen
tirar del carro, como los mimos de una cuerda. Mienten si conviene.
Son ecos sin voz propia. Se creen imprescindibles. Imitan a sus
jefes. Son leguleyos. Y, como ya se les advirtió en el templo de la
sabiduría, los mediocres ganarán batallas pero nunca saldrán
victoriosos de la guerra.
En todo lugar de la tierra los talentos están en
las catacumbas, lejos del teatro político, dedicados a su quehacer
profesional, que es el quehacer de todos, porque son ellos quienes
tiran realmente de la sociedad. A esos verdaderos líderes naturales
tenemos que mirar y a ellos debemos dirigirnos para pedirles que nos
libren de la mediocridad que nos rodea.
Y los necesitamos ahora más que nunca, porque nunca
la desmoralización social ha mostrado tan de cerca su verdadero
rostro. Nunca, como ahora, se han cotizado tan bajo los valores
humanos en la bolsa de la vida. Tenemos que reclamarlos ahora, justo
en el momento en que comienzan a desteñirse algunas banderas
progresistas. Debemos exigir su presencia en este momento porque los
necesitamos para administrar con fortuna esta sociedad en crisis,
pluricultural y multiétnica en la que vivimos. Hay que contar con
ellos ahora, más que nunca, porque son los únicos que pueden
quitarles las tijeras a los mediocres que recortan nuestra futuro con
total impunidad, ante el silencio estupefacto de la mayoría.
A esos líderes naturales tenemos que dirigirnos
para pedirles que den la cara y salgan de los despachos, andamios,
hospitales, aulas, comercios y fábricas, porque somos muchos los que
estaríamos incondicionalmente a su lado en este momento". (19.3.2011)
Comenta: Darío Pozo Ruz, desde Valdepeñas.
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