Enric Gonzalez fue periodista del diario El País
durante casi treinta años, ocupación que dejó hace menos de un mes.
Corresponsal de este diario el Londres, Roma, Nueva York, Washington y
Jerusalem, González ha cultivado la distancia y la crónica, dos géneros
que domina como nadie.e el autor
Enric González tenía 17 años cuando
comenzó a trabajar como periodista en Barcelona. Hoy tiene 53 y continúa
en el oficio al que ha dejado sus mejores años y páginas. Sus crónicas,
en apariencia sólo sobre fútbol, escritas mientras estuvo como
corresponsal en Roma demuestran cómo puede retratarse a un país entero
en algo tan aparentemente inofensivo como el interés colectivo que
generan once hombres que corren tras una pelota. Pero ésa es sólo una
faceta de su trabajo. A las Historias del Calcio (2007), publicadas semanalmente en el diario El País y como volumen impreso por el sello RBA, se sumaron Historias de Roma (2010) que fueron publicadas luego en el libro Todas las historias (2011) donde se reunieron las anterioremente publicadas Historias de Londres (1999) e Historias de Nueva York( 2006).
Enric González es, sin duda, la persona perfecta a quién preguntar sobre la coincidencias entre periodismo y literatura, si existen tales encuentros en la prensa diaria actual; también es el testigo de excepción de un género que confiere al periodismo sus mayores dosis de arbitrariedad y entrega literaria, se trata de la crónica,
no del todo explotada, quizás por un asunto de pudor informativo, en
España. Hace poco menos de un mes dejó su puesto de trabajo como
periodista del diario El País, diario en el
que había trabajado durante 30 años como corresponsal en Londres,
Washington, Nueva York, Roma y más recientemente en Jerusalem.
-La crónica como género en España no posee la libertad en
medios como tiene en América Latina o en Estado Unidos. En España no
existe, salvando las distancias, un The New Yorker o un Etiqueta Negra, por ejemplo.
-Una parte de culpa del encorsetamiento del periodismo, del género crónica, en España es de El País ¿En qué sentido? El País,
con esta obsesión por el rigor crea también un rigor estilístico. Al
comienzo sólo se hacía crónica sobre fútbol y toros. Nada más. Las
crónicas de los corresponsales eran informaciones, todo muy
jerarquizado, muy sobrio y austero porque esa era la característica de El País.
Todo el mundo imitó ese rigor no sólo de contenido sino formal, todo
escrito muy denso y muy contenido. En deporte se han ido estirando las
cosas, Joaquín Vidal ha ido estirando sus crónicas y otros hemos ido
haciendo crónicas más o menos libérrimas, sobre todo de deportes, porque
las cosas más sueltas que he hecho se referían a fútbol italiano.
-Sin embargo, el material de Historias del Calcio no llega a ser crónicas deportivas, tampoco internacional. Es un animal hecho del cruce de muchas otras especies…
-Un día dediqué la mitad de una pieza a hablar de mística medieval
judía, y pensé: si puedo hacer eso es que puedo hacer lo que quiera. Y
realmente me dediqué a jugar con eso. Cuando hablas de deporte nadie se
mosquea, y me dediqué a ver a ver hasta dónde se podía estirar el
género. Sigo pensando esto que dice usted, y realmente es verdad,
porque los perfiles que hace la revista Etiqueta Negra por
ejemplo o las crónicas que se publican son mucho más libres que en
España, porque aquí se ha tendido a confundir seriedad con el rigor
formal.
-Pero hay grandes escritores de crónica en España durante la
primera mitad del siglo XX. Josep Pla como cronista parlamentario, por
ejemplo.
-Claro, pero estamos hablando del pasado otra vez.
"Hubo una época en la que nos dio por el rigor germánico, yo diría que más bien por el rigor mortis".
-Pero no está proscrito el pasado.
-Claro pero hablamos de 1976. Después de la muerte de Franco y de la salida de El País en 1976 cambia nuevamente todo. Sólo había que ver las portadas de los periódicos hasta que sale El País
y cómo son después. Empieza a desaparecer la profusión de fotos, el
huecograbado, se hacen los titulares más pequeños, más textos, todo más
contenido. Hubo una época en la que nos dio por el rigor germánico, yo
diría que más bien por el rigor mortis. Era un coñazo. Eso se contagió a la crónica. Ahora sí creo que se hace crónica más suelta.
-Se hace, pero en el espacio de la opinión….
-Las hace quien tiene firma, es verdad. En El Mundo, Gistau
puede. También algunos corresponsales… Eso podría estar relacionado con
la degradación del idioma en España, que hasta cierto punto es un lugar
común, pero se debe notar. La gente habla mal el castellano en España.
Un español que viaja a América Latina lo primero que se da cuenta es que
allá la gente habla un castellano de una forma fluida y con un
vocabulario más o menos rico, aquí tenemos un castellano torpe. Debe de
haber varios factores que contribuyen a eso y el control que
tradicionalmente ejercen los directores sobre los contenidos también
debe influir. Un columnista puede poner lo quiera. Aquí se separa mucho
lo que es información de opinión y en una crónica informativa es
diferente. Una crónica es como una novela, puedes y tienes que utilizar
materiales de todo tipo y creo que hay una cierta suspicacia, un cierto
recelo al respecto; de ahí viene también buena parte del control.
-¿Realmente cree que a los editores les importe la forma de una información periodística?
-Sí, cuando la forma puede encubrir una cierta heterodoxia ideológica.
-El cómo está escrito no debería primar por encima del dato y del titular, esto debería de ser, hasta cierto punto secundario.
-En general, los periódicos españoles son muy sectarios. Es
perfectamente previsible el contenido de un periódico en función de su
cabecera y yo creo que permea el control ideológico sobre el aspecto
formal. Lo que se sale un poco del patrón, genera desconfianza.
-¿Cree que la prensa española explota su faceta literaria?
-No. El castellano es un idioma áspero y en la prensa no hay una gran
tradición de su uso en esa forma. Antes sí había. Pero hablamos de los
años del franquismo. Recuerdo haber leído entonces una prensa muy
variada, muy amena y con cosas muy bien escritas. Arturo Pérez Reverte
en los años sesenta y setenta había escrito en Pueblo
reportajes muy buenos y muy libres y luego había un fascista Rafael
García Serrano en El Alcázar, que era buenísimo, y era absolutamente
libre, a veces parecía Marinetti. Pero fue aparecer El País, y
eso se perdió, porque adquirió de manera hegemónica el gusto de la
industria periodística. Al principio eso tenía un sentido, que era crear
un periódico que dijera las cosas como son en un país donde hasta hacía
muy poco existía la censura de prensa. España era un país que salía del
franquismo, aquello no existía
-Para alguien como usted, que ha hecho siempre periodismo, o si se quiere un periodismo literario, ¿se ve escribiendo ficción?
-Creo que todo buen periodismo es literatura. Ahora, es cierto que me
siento más cómodo tocando realidad. Ahora, por un encargo que me han
hecho, voy a probar escribiendo ficción, a ver qué sale. Pero, de las
mejores cosas que he leído en estos años las he leído en los periódicos.
Es la tradición de Pla, y yo me reconozco bastante en Pla. Aprendí a
escribir catalán con Pla, pero también otros los columnistas de la
preguerra, fantásticos, y escribían sobre la realidad.
"La crisis de El País no tiene nada que ver con el ERE, viene de mucho antes"
-¿Qué pasa en El País? ¿Es el ERE una expresión mucho más compleja de cosas más profundas?
-Sí. Estas empresas sólo eran posibles en otras condiciones y creo
que lo periódicos generalistas tienen que desaparecer, porque no tienen
sentido. Será bonito, puede quedar algo como vestigio de una época, pero
ya no tiene sentido un periódico que te lo da todo, desde lo que ha
pasado en Corea del Norte hasta lo que dan en el cine de tu barrio. Es
antieconómico.
La crisis de El País, para mí, no tiene nada que
ver con el ERE. Yo lo he aprovechado para largarme, de hecho, cuando me
levantaron la columnilla, que hablaba de la ludopatía bursátil y que no
mencionaba ningún nombre, ya existía un problema en el periódico. Ya
existía la incapacidad para soportar la crítica no sólo a El País sino lo que defendía El País,
que era una colección de intereses finalmente económicos, porque los
políticos al final también era económicos, porque al defender al Partido
Socialista, tenías que defender al partido de gobierno que te daba los
derechos de transmisión televisivos; las páginas de cultura eran un
catálogo de los productos culturales del Grupo … era todo eso el
problema, no el ERE.
El ERE es triste porque se ha hecho aprovechando
una ley laboral que el propio periódico criticaba pero no es el
problema. El ERE es la consecuencia del problema. El problema viene de
antes, cuando El País abdica por completo de su independencia y
se convierte en la punta de lanza de un grupo económico que necesita
muchísimo dinero porque tiene deudas y se va endeudando cada vez más,
por la lógica bursátil. Ha sido una degradación lenta. Sigue habiendo
gente muy buena, pero es algo que gotea, es el mecanismo del conjunto el
que se avería porque dejan de funcionar piezas.
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