"El año 2008 la editorial Turpial me publicó el libro Movimientos Cívicos, de la calle al Parlamento,
donde relato la parte principal de la historia que nos llevó a fundar
un nuevo partido político a unos cuantos miembros de la vasca Iniciativa
Ciudadana Basta Ya, a los que en seguida se unieron miembros de otros
movimientos cívicos en otras partes de España, como por ejemplo Manos
Blancas en Madrid, y centenares de personas sin filiación especial.
Tengo la intención de escribir algún día la segunda parte de esta
historia, que tratará de la evolución posterior de UPyD y que,
naturalmente, llevará como subtítulo Del Parlamento a la calle,
ya que en nuestro partido nos tomamos muy en serio las normas internas y
externas y, en su día, aprobamos que ninguno de nosotros estuviera más
de dos mandatos consecutivos normales (ocho años) en el mismo cargo
político (con la excepción de la portavoz, Rosa Díez, que podrá estar
tres mandatos en el Congreso de los Diputados).
De manera que con un
poco de suerte dentro de siete años y un mes quedaré liberado con total
seguridad (y sólo si me religen antes) de la honorable pero pesadísima
obligación de ser un representante más en el Parlamento de esta nación
atribulada. Espero que entonces tenga tiempo para escribir ese otro
libro y pasar a la clase de vida realmente privilegiada que no es,
contra lo que se cree, la del “político” (al menos si es de UPyD).
Admito ofertas de editoriales para esa
segunda parte, porque para entonces (2016-2020) es probable que UPyD sea
un partido de gobierno, de quedar algo que gobernar. Pero cuando acabé
la primera y Turpial se interesó por la publicación prácticamente nadie
daba un euro por nosotros. Para que se hagan una idea, la editorial me
dijo que encontraba muy arriesgado el subtítulo, ese “De la calle al
Parlamento”: ¿estaba seguro de que UPyD conseguiría representación en
las inminentes Generales de 2008? ¿Y si no era así, el fracaso -más que
probable- no dejaría el libro en ridículo y condenado al almacén y al
reciclaje?
Me empeñé en mantener el subtítulo porque, aunque parezca
mentira, lo cierto es que estábamos razonablemente seguros de que
conseguiríamos entrar en el Congreso como así fue, convirtiendo a Rosa
Díez en la primera diputada de UPyD.
Cierto es que eso significó llevar
la contraria a todos los expertos que pronosticaban un fracaso sin
paliativos: los banqueros que nos recibían, supongo que por una
curiosidad similar a la que suscita una mujer barbuda, pero no nos
prestaron ni un €, ni uno; los periodistas que se negaban a darnos
siquiera un trocito de noticia para informar de que existíamos, o
hacerlo en tono de burla; los politólogos que, extrañamente, creían
saberlo todo sobre fundación de nuevos partidos aunque no tuvieran la
menor experiencia en eso.
Y así tutti quanti. Y no les faltaba
razón, aunque en muchos casos fueran razones del tipo de la profecía
autocumpliente, como los periodistas que pronosticaban nuestro fracaso
porque iban a afanarse en que así fuera (como muestra, este ejemplo del director de El País,
Javier Moreno). De hecho, a mi libro los medios tampoco le hicieron
gran caso , aunque para mí eso prueba que es un libro político
interesante que alguien debía escribir (y me tocó a mí), pues son raros
los libros interesantes sobre política española que encuentran eco en
los grandes medios.
La verdad es que UPyD tuvo éxito por la
conjunción de tres razones impersonales (doy por hecho que ustedes
descuentan la obvia razón del gran talento político de Rosa Díez y su
equipo): la existencia de internet, sin la cual UPyD habría sido
completamente imposible y que nos ha convertido en el primer partido
nacional 2.0; la reunión, a través de Plataforma Pro, de una red cívica
nacional, pequeña pero suficiente –unos 3000 afiliados el 29 de
septiembre de 2007- para presentarnos la primera vez en todas las
circunscripciones electorales sin excepción; la adopción de un programa político básico
que reclamaba una corriente de opinión política en auge huérfana de
partido político: reforma de la Constitución; regeneración de las
debilitadas instituciones democráticas; partido político progresista e
inequívocamente nacional y transversal, es decir, con un proyecto
político claro y concreto que podían compartir personas con ideas
diferentes en otros ámbitos de la vida.
Fue suficiente para conseguir
algo más de 300.000 votos y un escaño por Madrid a pesar de la Ley
Electoral injusta y bipartidista, a pesar de no tener más dinero que el
reunido o prestado por afiliados y simpatizantes (poco más de 300.000 €;
nos salió cada voto a casi 1€, magnífica rentabilidad), y del ninguneo
generalizado con el que nos saludó, con pocas excepciones, el sistema de
medios de comunicación menos independiente, menos profesional y más
sectario de la UE (hubo más medios alemanes, franceses o italianos
interesados por el nuevo partido que españoles). Sistema que ha
reiterado su hábito de ignorar la realidad política, y su obligación
inexcusable de informar, al pasar olímpicamente del quinto aniversario
de UPyD que celebramos el sábado en Vitoria, y por cierto
estupendamente.
Cinco años después da cierto vértigo el
salto que dimos y el camino recorrido a continuación. Tenemos más de 160
cargos públicos de todos los niveles, y hemos desarrollado muchísimo el
programa más bien básico con el que nacimos. Los bancos solventes nos
prestan dinero sin problemas porque saben que lo devolvemos. La mayoría
de la gente ya ha oído hablar de UPyD, a veces incluso bien a pesar de
la oposición desesperada de grandes grupos de comunicación. En las
últimas elecciones del 20N conseguimos un 4’7% de los sufragios, casi
1.200.000 votos, cuatro veces más que en 2008. Y la intención de voto a
UPyD oscila ya en torno al 10%, punto arriba o abajo; es razonable
esperar de un 15% a un 20% para las próximas elecciones generales, si se
celebran en 2015 (si no ocurre así será que el deterioro del sistema
habrá avanzado a pasos acelerados).
Los dos mayores aciertos que en mi
opinión hemos tenido han sido de tipo intelectual: el primero, prever
con tiempo el fracaso de un sistema político cerrado de partidos
anticuados, atrincherado en una Ley Electoral injusta hecha a su medida,
y basado en el parasitismo de un Estado de las Autonomías paquidérmico e
ineficiente que se haría inviable en cuanto acabara la época de vacas
gordas, como la brutal crisis que padecemos ha dejado demostrado.
El
segundo acierto, haber adelantado la agenda de temas políticos claves de
inevitable discusión por mucho que el inmovilismo la retrasara: reforma
del modelo de Estado y de la Constitución, con especial énfasis en el
caos territorial y competencial, cambio de la injusta Ley Electoral,
racionalización de las administraciones, cambio de modelo productivo y
laboral, de la educación y la sanidad, etc.
Somos el primer partido
parlamentario que ha propuesto una reforma del Estado en sentido federal,
y no a modo de instrumento de urgencia sino como alternativa positiva
para un país tan complejo como el nuestro, y sin duda alguna el partido
que más iniciativas presenta en el Congreso relacionadas con la mejora
de una igualdad en clarísimo retroceso;
lo mismo cabe decir de la libertad personal, amenazada por el avance
del intervencionismo autoritario de un Estado incapaz en cambio de
garantizar prestaciones sociales básicas. Esta no ha sido labor
exclusivamente de los afiliados del partido, sino más bien de las
aportaciones de centenares de personas realmente expertas en sus campos,
muchas de las cuales –economistas, científicos, educadores, médicos,
ingenieros, militares etc.- son colaboradoras habituales de UPyD a
través de un sistema de grupos de trabajo sectorial que nos vincula
directamente a la maltratada sociedad civil española.
Sin duda otro acierto ha sido dotarnos de mecanismos de funcionamiento
que permiten superar rápidamente las asechanzas inevitables en
cualquier partido y asociación: las intrigas palaciegas o la entrada de
indeseables y oportunistas que nos ven como instrumento de su propio
medro. No es casual que algunos medios de comunicación sólo hablen de
UPyD cuando creen que atravesamos alguna terrible crisis interna que
engordan con entusiasmo, aunque para su decepción todas hayan sido
efímeras o imaginarias.
Pero también es cierto que no sabremos si el
sistema que hemos adoptado es realmente eficaz hasta no ser un partido
realmente decisivo en muchas instituciones; y hasta ahora, sólo lo somos
en la Junta del Principado de Asturias. Sólo la prueba del contacto
directo con el poder demostrará si sabremos resolver con exigencia y
transparencia, como hasta ahora, casos de flagrante incumplimiento de
nuestros compromisos políticos (razón de que algunos concejales dejaran
de serlo por UPyD, algunos al día siguiente de su toma de posesión, en
cuanto quisieron venderse al mejor postor) o, en el futuro, de cruda
corrupción.
Pues ningún partido político está libre del peligro de ser
colonizado por sinvergüenzas, y de lo que se trata es de saber y poder
librarse de ellos sin dudarlo un segundo, incluso si han conseguido un
cargo público o interno relevante que no podrán utilizar para
protegerse. Conviene a este respecto recordar que UPyD nació con
vocación de partido de gobierno, no de grupo testimonial o experimental.
El principal reto que tenemos es doble, y
está interrelacionado: en primer lugar, el brutal descrédito de la
política, y de la propia democracia, consecuencia de la pésima gestión
de la crisis a cargo de los partidos viejos, tanto PSOE e IU como PP, y
por supuesto sus socios nacionalistas, alguno de los cuáles aprovecha la
crisis para tratar de conseguirse un Estado en exclusiva mediante la
vieja táctica de la puñalada por la espalda en el momento de máxima
debilidad del Estado común (que se aspira a seguir condicionando… sin
asumir las obligaciones derivadas de la pertenencia). La crisis
económica es también, en España, una brutal crisis política, una crisis
constitucional con todas las letras que reclama abrir un proceso
constituyente (UPyD lo lleva diciendo desde 2007).
Y en segundo lugar,
relacionado sin duda con ese descrédito de la política y de los
partidos, el lento crecimiento de UPyD: si en 2007 éramos 3000, ahora
rondamos solamente los 6000 (cerca de 8000 incluyendo simpatizantes
registrados). Es obvio que los ciudadanos siguen pensando que los
partidos y la política no son de fiar y que, en todo caso, no son cosa
suya.
Un desapego muy tradicional que también está en el origen de la
crisis política actual, pues una ciudadanía muy quejosa pero
complaciente ha dejado el terreno libre a políticos corruptos e ineptos y
a partidos de concepto decimonónico. O quizas no hemos sabido
-seguramente- cómo llegar e implicar activamente a gente dispuesta a
comprometerse pero que no cree que rellenar un formulario de afiliación y
pagar una cuota sea todo, sin descartar la rémora que supone el miedo a
crecer y abrir puertas a los extraños, optando conservadoramente por lo
“malo conocido”… Tenemos mucho que aprender y hacer como partido.
Por
eso el reto que tenemos por delante es doble: crecer bien para ser una
alternativa de gobierno, y hacer frente a la crisis restaurando el
prestigio de la política democrática. Ojalá hayamos avanzado en ambos
campos en el décimo cumpleaños upeydeano de 2017. Por lo demás,
felicidades de corazón a todos los que no han temido implicarse"
N.R. La reflexión que nos hacía Carlos Martinez Gorriaran en el blog de su página personal el pasado mes de octubre: " para entonces (2016-2020) es probable que UPyD sea
un partido de gobierno, de quedar algo que gobernar" me hace pensar en lo acertado de su pronostico que no deja de causar desesperanza a quienes quisiéramos que la descomposición del país no llegara a esos extremos de hacernos pensar que para 2016 "no quede nada".
Muy valioso y acertado, me parece el análisis de Carlos Martinez Gorriaran, que marca aspectos preocupantes de una actualidad que no nos gustaría haber vivido nunca.
Desde Mentiras de la Crisis, vemos con esperanza, abierta una esperanza, que deseamos fervientemente sea compartida por un pueblo que debe recuperar protagonismo en su accionario inmediato.
Darío Pozo Ruz.
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