Yo también nací en 1917. Yo también estoy indignado. También viví una
guerra. También soporté una dictadura. Al igual que a Stéphane Hessel,
me escandaliza e indigna la situación de Palestina y la bárbara invasión
de Irak. Podría aportar más detalles, pero la edad y la época bastan
para mostrar que nuestras vivencias han sucedido en el mismo mundo.
Hablamos en la misma onda.
Comparto sus ideas y me hace feliz poder
presentar en España el llamamiento de este brillante héroe de la
Resistencia francesa, posteriormente diplomático en activo en muchas
misiones de interés, siempre a favor de la paz y la justicia.
¡INDIGNAOS! Un grito, un toque de clarín que interrumpe el tráfico
callejero y obliga a levantar la vista a los reunidos en la plaza. Como
la sirena que anunciaba la cercanía de aquellos bombarderos: una alerta
para no bajar la guardia.
Al principio sorprende. ¿Qué pasa? ¿De qué nos alertan? El mundo
gira como cada día. Vivimos en democracia, en el estado de bienestar de
nuestra maravillosa civilización occidental. Aquí no hay guerra, no hay
ocupación. Esto es Europa, cuna de ¿de verdad estamos en una democracia? ¿De verdad bajo
ese nombre gobiernan los pueblos de muchos países? ¿O hace tiempo que se
ha evolucionado de otro modo?culturas. Sí, ése es el escenario y
su decorado. Pero
Actualmente en Europa y fuera de ella, los financieros, culpables
indiscutibles de la crisis, han salvado ya el bache y prosiguen su vida
como siempre sin grandes pérdidas. En cambio, sus víctimas no han
recuperado el trabajo ni su nivel de ingresos. El autor de este libro
recuerda cómo los primeros programas económicos de Francia después de la
segunda guerra mundial incluían la nacionalización de la banca, aunque
después, en épocas de bonanza, se fue rectificando.
En cambio ahora, la
culpabilidad del sector financiero en esta gran crisis no sólo no ha
conducido a ello; ni siquiera se ha planteado la supresión de mecanismos
y operaciones de alto riesgo. No se eliminan los paraísos fiscales ni
se acometen reformas importantes del sistema. Los financieros apenas han
soportado las consecuencias de sus desafueros. Es decir, el dinero y
sus dueños tienen más poder que los gobiernos. Como dice Hessel, “el
poder del dinero nunca había sido tan grande, insolente, egoísta con
todos, desde sus propios siervos hasta las más altas esferas del Estado.
Los bancos, privatizados, se preocupan en primer lugar de sus
dividendos, y de los altísimos sueldos de sus dirigentes, pero no del
interés general”
¡INDIGNAOS!, les dice Hessel a los jóvenes, porque de la indignación
nace la voluntad de compromiso con la historia. De la indignación nació
la Resistencia contra el nazismo y de la indignación tiene que salir
hoy la resistencia contra la dictadura de los mercados. Debemos
resistirnos a que la carrera por el dinero domine nuestras vidas. Hessel
reconoce que para un joven de su época indignarse y resistirse fue más
claro, aunque no más fácil, porque la invasión del país por tropas
fascistas es más evidente que la dictadura del entramado financiero
internacional. El nazismo fue vencido por la indignación de muchos, pero
el peligro totalitario en sus múltiples variantes no ha desaparecido.
Ni en aspectos tan burdos como los campos de concentración (Guantánamo,
Abu Gharaib), muros, vallas, ataques preventivos y “lucha contra el
terrorismo” en lugares geoestratégicos, ni en otros mucho más
sofisticados y tecnificados como la mal llamada globalización
financiera.
¡INDIGNAOS!, repite Hessel a los jóvenes. Les recuerda los logros de
la segunda mitad del siglo XX en el terreno de los derechos humanos, la
implantación de la Seguridad Social, los avances del estado de
bienestar, al tiempo que les señala los actuales retrocesos. Los
brutales atentados del 11-S en Nueva York y las desastrosas acciones
emprendidas por Estados Unidos como respuesta a los mismos, están
marcando el camino inverso. Un camino que en la primera década de este
siglo XXI se está recorriendo a una velocidad alarmante. De ahí la
alerta de Hessel a los jóvenes. Con su grito les está diciendo: “Chicos,
cuidado, hemos luchado por conseguir lo que tenéis, ahora os toca a
vosotros defenderlo, mantenerlo y mejorarlo; no permitáis que os lo
arrebaten”.
¡INDIGNAOS! Luchad, para salvar los logros democráticos basados en
valores éticos, de justicia y libertad prometidos tras la dolorosa
lección de la segunda guerra mundial. Para distinguir entre opinión
pública y opinión mediática, para no sucumbir al engaño propagandístico.
“Los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente”,
señala Hessel. Y yo añado: ¿quién es la gente pudiente? Los que se han
apoderado de lo que es de todos. Y como es de todos, es nuestro derecho y
nuestro deber recuperarlo al servicio de nuestra libertad.
No siempre es fácil saber quién manda en realidad, ni cómo
defendernos del atropello. Ahora no se trata de empuñar las armas contra
el invasor ni de hacer descarrilar un tren. El terrorismo no es la vía
adecuada contra el totalitarismo actual, más sofisticado que el de los
bombarderos nazis. Hoy se trata de no sucumbir bajo el huracán
destructor del “siempre más”, del consumismo voraz y de la distracción
mediática mientras nos aplican los recortes.
¡INDIGNAOS!, sin violencia. Hessel nos incita a la insurrección
pacífica evocando figuras como Mandela o Martin Luther Kingo. Yo
añadiría el ejemplo de Gandhi, asesinado precisamente en 1948, año de
la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de cuya redacción fue
partícipe el propio Hessel. Como cantara Raimon contra la dictadura:
Digamos NO. Negaos. Actuad. Para empezar, ¡INDIGNAOS!
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