Hablar de fracaso político de Artur Mas es
quedarse corto.
En nombre de la decencia y el sentido común, solo su
retirada de la política podría compadecerse con el tamaño de su
descalabro. Las urnas han reventado todos sus análisis. Los catalanes le
han vuelto la espalda si nos atenemos a las expectativas creadas por él
mismo. No le han respondido como esperaba ni quienes sueñan con una
Cataluña independiente. Puestos a elegir, han preferido al
independentista de siempre y no al sobrevenido.
Si se invoca la radicalidad se favorece a los radicales. Suele ocurrir. Por eso ERC dobla su número de escaños (pasa de 10 a 21). Y por eso CiU se desploma
al perder nada menos que 12 escaños (pasa de 62 a 50). No era un viaje a
ninguna parte el de Mas. Era ir marcha atrás. Como líder, quería jugar
en la Champions league europea y resulta que ha bajado a la
segunda división catalana. Lo suyo pasará a los anales de la torpeza
política. ¿De qué otro modo se puede interpretar anticipar las
elecciones para tener menos diputados que antes?
Se
cumplió lo previsto en relación con ERC y Ciutadans. Fueron los grandes
triunfadores de la noche. Si aquellos doblaron sobradamente sus escaños
de 2010, éstos triplicaron los suyos. Se explica. Ambos, en sentido
contrario, mantuvieron las dos posiciones más claras y, sobre todo, más
creíbles en relación con el desafío al EstadoSin
la mayoría absoluta que reclamó del pueblo catalán (“mayoría
excepcional”, decía) ahora tiene tres opciones de completarla en
relación al desafío secesionista al Estado.
Para mantenerlo y llevarlo a
las últimas consecuencias, solo puede hacerlo con la colaboración
necesaria de ERC. Para frenarlo, con la del PP de Alicia Sánchez Camacho.
Y para reconducirlo, con el PSC, cuyo retroceso estaba cantado. Como ya
dijo anoche que nada de frenazo, aunque la marcha se tendrá que
ralentizar, sólo le quedan los socialistas de Pere Navarro o los radicales de Oriol Junqueras si quiere formar un gobierno estable, una vez descartada la ICV de Joan Herrera
porque no da la suma y por incompatibilidad ideológica. La misma
incompatibilidad que haría muy difícil la asociación con ERC. No veo a
ICV ni a ERC votando los presupuestos de 2013, que estarán
inevitablemente reñidos con el mantenimiento de los servicios públicos.
Mientras
hacemos quinielas sobre la gobernabilidad de una Cataluña políticamente
muy fragmentada, solo queda constatar el anunciado desplome de un PSC
desnortado y pendiente de paso por la ITV, que ha perdido ocho escaños y
la condición de segunda fuerza política. También se cumplieron los
ascensos previstos de la ERC y el Ciutadans de Albert Rivera.
Fueron los grandes triunfadores de la noche. Si aquellos doblaron
sobradamente sus escaños de 2010, estos triplicaron los suyos (pasan de 3
a 9). Se explica. Ambos, en sentido contrario, mantuvieron las dos
posiciones más claras y, sobre todo, más creíbles en relación con el
desafío al Estado. Aquellos para corregirlo y aumentarlo; estos, para
reprobarlo. El sincretismo del PSC no ha tenido premio. Y el PP ha
mejorado en un escaño su facturación electoral en Cataluña al haber
actuado Mas como despertador del españolismo más perezoso.
Si Mas
no tiene la decencia de retirarse avergonzado de la vida política, será
cosa de ver cómo se las arregla para bajarse del tigre. O, en su caso,
para seguir cabalgándolo al modo de esos toros locos de las ferias que
siempre acaban estampándote contra el suelo.
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