Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, y Luis de
Guindos, ministro de Economía.
¿Va a hacer algo más el BCE? Esa es la pregunta del millón de dólares (o de euros) que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se está formulando una y mil veces desde que la prima de riesgo superó a finales de esta semana el límite máximo de los 450 puntos básicos.
La delgada línea roja que marca la calma chicha en los mercados de
capitales ha sido sobrepasada y las alarmas del rescate obligado han
vuelto a encenderse en el bunker económico de La Moncloa.
Si algo está claro es que España no podrá soportar una tormenta financiera como la del pasado mes de junio, con un spread
de deuda por encima de los 600 puntos básicos y una tasa de
rentabilidad de los bonos a 10 años superior al 7%. Fue entonces cuando
el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, saltó de su asiento para dar un golpe en la mesa asegurando
que el primo de Zumosol de Frankfürt haría todo lo que estuviera en su
mano para evitar que su tocaya, la prima de riesgo, se convirtiese en el
pariente pobre que arruinara de manera definitiva la economía española.
Aquello
resultó mano de santo porque los mercados entendieron que España no
estaba sola ante el peligro y que los refuerzos del BCE terminarían de
combatir la plaga de malditos especuladores dispuestos a hacer su agosto
con las calamidades de la periferia europea. El dique de contención
contra los inversores oportunistas se fijó en los 450 puntos básicos, un objetivo que no es el ideal pero que sirve de espantapájaros para ahuyentar a todas las aves de rapiña que amenazan con destrozar la costosa siembra de ajustes y reformas implantada por el Gobierno del Partido Popular.
La
semilla de la recuperación económica tardará todavía un largo tiempo en
dar fruto, probablemente para finales de 2013 o quizá hasta ya entrado
el 2014, pero a Rajoy lo que ahora le preocupa es que el pedrisco de la
insufrible crisis financiera eche a perder la cosecha antes incluso de
que aparezcan los primeros brotes verdes. Las últimas declaraciones
de Draghi eludiendo el compromiso de fijar un suelo razonable a la
rentabilidad de la deuda pública española han atraído a los pájaros de
mal agüero que rápidamente han empezado a picotear las raíces de los
tallos elevando el coste de los abonos por encima de ese nivel
supuestamente infranqueable de los 450 puntos básicos.
Los
responsables de la política económica mantienen ahora los dedos cruzados
con el deseo, pero también la esperanza, de que el BCE termine por
demostrar su contundencia en los mercados de capitales facilitando un
soporte adecuado a los activos financieros españoles y asegurando así el
acceso a la financiación de nuestros bancos y empresas. La confianza
con que Luis de Guindos trata de calmar al gran jefe se fundamenta en que “Draghi no es Trichet” y a buen seguro, dicen los más optimistas, que las
autoridades monetarias conseguirán perfeccionar el mecanismo de compras
directas, conocido por sus siglas en inglés como programa OMT, que fue anunciado a bombo y platillo el pasado mes de septiembre.
Las
prisas no son buenas consejeras y el presidente del BCE sabe que en
Europa el que mucho corre pronto para, sobre todo si Alemania está
sometida a la tensión política del ambiente electoral que se respira en
las inmediaciones del Bundestag. En esta atmósfera enrarecida cualquier
salto puede conducir al vacío y de ahí que el amigo Draghi haya
tenido que replicar a Rajoy sacudiéndose el compromiso de fijar un suelo
concreto de 200 puntos básicos para la prima de riesgo en España.
Lo
mejor, una vez más, es enemigo de lo bueno y el Gobierno tendrá que
seguir peleando con las inclemencias de la crisis para demostrar su
inquebrantable voluntad de cambio ante toda Europa. Las reformas de
segundo grado, esas que afectan a la fibra más sensible de la economía
cotidiana de los ciudadanos, continuarán en los próximos meses con el fin de ajustar el marco de las reconversiones de libro que ya han sido impresas en el Boletín Oficial del Estado (BOE). El despido colectivo a 20 días dentro de la Administración del Estado o el retraso en la edad de jubilación anticipada
son dos claros y recientes ejemplos de la estrategia con que Rajoy
intenta convencer a sus socios comunitarios. Pronto llegarán el plan de
empleo juvenil y la liberalización de los servicios profesionales, entre
otras normativas de mayor calado.
El objetivo es ganar tiempo al
tiempo para seguir modificando la estructura económica mientras la prima
de riesgo no se dispare. La semana que empieza es determinante para
comprobar si los negros nubarrones de los últimos días se disipan o se
precipitan. Si el anticiclón procedente del BCE nos da un respiro o el
temporal arrecia con una inundación que obliga a buscar refugio en
Europa. De momento, y mientras no se demuestre lo contrario, el
rescate puede esperar porque, como dicen en Palacio, “pedirlo ahora
sería como ponerle una pistola en el pecho a Merkel... y otra a Draghi”.
Fuente: newsletter@elconfidencial.com
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