Hay veces en las que asistir a un acto representa sentirse entre una
comunidad afín y en las que podemos estar refiriéndonos a un libro, a
una cultura ajena, y en realidad estamos hablando de la Historia y de
nosotros mismos. Así ha sucedido con la presentación de “Yo muero hoy” de Olga Rodríguez, acompañada de Ramón Lobo e Ignacio Escolar.
Decía Lobo que en estos tiempos los periodistas como Olga Rodríguez
precisan escribir libros, igual que los fotógrafos como Gervasio Sánchez
han de hacer exposiciones, porque los medios no tienen espacio para
reflejar lo que tratan en profundidad. Es rigurosamente cierto. Inmersos
en un “colaboracionismo” impúdico con ese amado “sistema” que nos
asfixia, apenas nos ofrecen la espuma de los días.
Hace tiempo que sabemos, que puede saber quien lo quiera, -y gracias a
personas como la propia Olga, Ramón Lobo, Enric González o
Javier Valenzuela, entre otros-, que “la primavera árabe” ni siquiera
estalló en el invierno previo con las llamas que abrasaron a
Mohamed Bouzazi. Que mientras una sociedad se apresta a ser cocida sin
oponer ni una crítica, otro caldo de rebeldía se sedimenta a través
incluso de décadas.
En esa sociedad “de barbudos intransigentes y mujeres sumisas” que
nos presentan los medios occidentales, se habían producido huelgas muy
arriesgadas, manifestaciones, uniones sobre la diferencia, mucho tiempo
antes.
La olla explota cuando no se puede más. Cuando hay que salir a la
calle con un trozo de pan por bandera a protestar porque la
especulación ha triplicado su precio. Cuando la información –en este
caso de Wikileaks- confirma que los dirigentes son efecto tan corruptos y
mucho más de lo que se sospechaba.
Un dato: la familia del dictador
tunecino Ben Alí acumulaba el 60% del PIB del país.
Hay una historia común cuya pauta marca el neoliberalismo y sus
instrumentos oficiales como el FMI y el Banco Mundial… la UE azul –que
no tiene que serlo necesariamente- en Europa. Reducción del sector
público, tajos mortales a la sanidad y la educación –tan útiles al…
“amado sistema”-, bajada de impuestos a la rentas altas, supresión de
controles al poder financiero, privatizaciones.
En libros anteriores, en
sus artículos, seguro que en este lo amplía, Olga Rodríguez contaba la
historia de la cadena de tiendas de ropa, muebles y complementos
Omar Efendi, adquirida por la compañía saudí Anual a un precio
sensiblemente menor a su valor en el mercado. La venta se cerró en 2006
por 99 millones de dólares, cuando tan sólo los terrenos donde se
asientan las 82 tiendas se cotizaban a 670 millones de dólares. Tras la
salida de Mubarak la renacionalizaron. Cuesta tanto componer sus
desmanes.
No es fácil, es de hecho extraordinariamente difícil. Los viejos
poderes se resisten y aún hay quien presta inconscientemente su apoyo
para que todo siga igual. Por eso, en el mundo árabe todavía salen a la
calle conociendo los riesgos que entraña protestar: Yo muero hoy. O no.
Nos preguntamos cada día, aquí, en España, hasta donde puede llegar
la desfachatez continua. Que en menos de 24 horas se haya exculpado a
Dívar, Botín y mandado de nuevo al Juzgado el proceso de Fabra, no es
sino un síntoma. De este panorama que, un día más, cuenta Ignacio Escolar para
responder a la nueva impudicia de José Ignacio Wert desde su elitista
atalaya: ¿Qué no hay recursos para estudiar? Que se lo quiten de otra
cosa.
Todo tiene un límite. El estupor puede acabar en ira. Y este pueblo,
el español, ha demostrado que cuando se harta lo hace a conciencia.
No es cierto que los movimientos sociales sean sarpullidos pasajeros
como quieren hacernos creer: cuecen y cuecen hasta brotar de nuevo
transformados si no cambian las circunstancias. Más aún si empeoran. ¿De
verdad creen que se puede tan impunemente perpetrar tantos atropellos?
¿Sin fin? Es ceguera absoluta no tenerlo en cuenta. Aún recurrimos
incluso a la imaginación del vituperado Mayo francés porque se grabó en
nuestros genes. Aún citamos a Rosa Park porque ella sola desencadenó
cambios trascendentales en la consideración de los derechos humanos. Al
conocer la historia de los pueblos sabemos que los focos de dignidad han
impregnado las raíces y están ahí para darnos fuerza. Cuando estamos
juntos, tenemos la absoluta certeza. ¿Yo muero hoy? puede, pero hay
cosas que nunca… mueren.
http://rosamariaartal.com
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