miércoles, 24 de octubre de 2012

Aznar reclama ante Rajoy "reconstruir desde su base el proyecto nacional"

Aznar situó a España al borde del precipicio, no por la crisis económica sino por la política. Ante Rajoy, desmontó las tesis rupturistas de Mas.

Aznar y Rajoy, ante la atenta mirada de Vargas Llosa | David Mudarra/FAES

José María Aznar dijo basta. Situó a España en su mayor encrucijada, la de ser o no ser, y pidió ante el presidente del Gobierno (a quien le dio las riendas del PP) y buena parte del poder político, que tome el timón de un barco que no es que esté zozobrando, sino que está a punto de hundirse. Y no por la crisis económica, sino por la política. “No podemos hacer dejación de España. No debemos hacerla. Debemos creer en España más de lo que nadie pueda llegar a descreer de ella”.

De principio a fin, el expresidente habló de la “amenaza” catalana. Fue muy duro, dejando para otros las palabras huecas para evitar molestar. Pero no se quedó en el diagnóstico demoledor, con claros tintes dramáticos, sino que puso encima de la mesa una solución que Mariano Rajoy aún parece que no quiere ver: la reforma del modelo territorial.

“Ha llegado el momento de abordar una reforma que nos permita tener un Estado más ordenado, más eficiente, más justo”, arrancó. Fue a más con el paso de los minutos: “Es indispensable reconstruir desde su base un proyecto nacional real que nos devuelva al progreso”, un proyecto político que, en su opinión, “es donde se apoya todo lo demás”.

Una reforma para “reafirmar los principios de la España constitucional” hoy amenazada y que, según Aznar, tiene que sustentarse en cuatro pilares fundamentales: “la igualdad de todos los españoles independientemente de dónde nacen o de dónde viven”, “la libertad de todos y cada uno de nosotros frente a chantajes, las imposiciones y las maniobras de exclusión”, “la supremacía de la ley como garante de nuestros derechos y baluarte frente al totalitarismo” y “la solidaridad entre españoles, para que nadie quede al margen del progreso y de las oportunidades”.



Sujetar como si la vida dependiera de ello “los fundamentos de una España y moderna, que no renuncia a sí misma ni a ser una de las mejores democracias del mundo”. Así, Aznar dejó patente su preocupación por la deriva del país, que hasta entonces solo había dejado para conversaciones privadas. El auditorio enmudeció hasta su última palabra, cuando rompió en aplausos. “No aguantaba más, y ha estallado. Ha sido brillante”, resumió uno de los asistentes.

Aznar entregó el premio de la libertad de FAES a Mario Vargas Llorsa, y en su figura encontró la percha perfecta para hacer una breve clase de historia, pero clarificadora. Todo está en los libros de texto: “De nuevo, debemos traer al presente el significado del pacto constitucional en que se plasmó la Transición democrática. Especialmente cuando se quiere extender la falsedad de un supuesto fracaso histórico de España y se hace de esa falsedad la coartada para la ruptura”, destacó.

No mentó en ningún momento a Artur Mas, pero rebatió cada uno de sus argumentos para sacudir al país a golpe de llamamientos a la independencia: “Democracia es habilitación y es límite, y ninguna habilitación puede serlo para ignorar los límites”. Esto es, todo está en la Constitución, y un referéndum solo lo puede permitir las Cortes. Y advirtió: “No se puede esperar su protección cuando se actúa fuera de las normas y de un Estado de derecho”.

Sustanció en dos ideas su tesis. En primer lugar, recordó que “una de las doce estrellas bordadas en la bandera europea es española. Y no por casualidad”. Algo que quiere decir que “nacionalismo y europeísmo son conceptos contrapuestos”, o en palabras aún más gruesas “romper con la Constitución es, para quien lo haga, la puerta de salida de Europa”.

En segundo lugar, Aznar desmontó lo que llamó la “trampa dialéctica” que consiste en decir que una defensa de la Carta Magna no es sino “defender un texto escrito a nuestro capricho”. Una vez más, hizo de profesor de historia: “Se falsifica la historia a conciencia para tratar de sostener ese engaño, con el agravante de que se falsea una historia que los nacionalistas conocen bien porque han sido parte de ella, y parte importante, además”.

Aznar exigió lealtad. Pero enseguida constató que “lo que hemos obtenido ha sido deslealtad con la democracia y con la ley. Llámese deslizamiento, o centrifugación, o desarticulación”. Hasta el punto, añadió, de que “bajo amenazas de todo tipo -y vemos que literalmente son de todo tipo- el nacionalismo pretende ahora romper con los términos del acuerdo democrático para buscar la secesión y el conflicto”.

Vargas Llosa: "El nacionalismo, cultura de incultos"

Vargas Llosa no fue menos contundentes, y a la sazón de Aznar situó el nacionalismo como el verdadero problema de la nación: “Es la cultura de los incultos”, definió, recibiendo al término otro aplauso cerrado. Aznar siguió dando razones de ello: “Al mismo tiempo que exige mejorar su posición deja claro que no respetará los compromisos a los que se pueda llegar”. Más aún, “se chatanjea con la utilización de un cuerpo armado autonómico en un proceso secesionista”.



“Yo no participé en la Guerra de Sucesión junto a los leales de Felipe V. Ni yo ni ninguno de los españoles -muy en primer término los catalanes- que con la Constitución, y gracias a ella, han llevado a Cataluña la mayor autonomía de su historia, sin comparación posible”, rememoró. Pero, pese ello, “han decidido dar una patada al tablero y pretenden además que eso forme parte del juego”.

Rajoy, mientras, en primera fila junto a varios barones autonómicos, permanecía en silencio. Después tampoco tomó la palabra. Aznar le dijo: 

España no se va a romper. 

 Y añado para los que juegan irresponsablemente con las cosas importantes, que España sólo podría romperse si Cataluña sufriera antes su propia ruptura como sociedad, como cultura y como tradición”. Todo el mundo seguía en silencio.
 
Quince minutos de tensión: “Cataluña no podrá permanecer unida si no permanece en España”, reiteró. La solución, aseguró, pasa ni más ni menos que por la Constitución de Cádiz, ahora que es su aniversario. 



España no es una nación identitaria o nacionalista; es una nación plural, compleja e incluyente”. Pero siempre nación.

En conclusión, Aznar afirmó que frente a las amenazas hay que crecerse, no arrugarse. Hay que llamar a las cosas por su nombre. Hay que “hacer más por España más de lo que nadie pueda llegar a hacer contra ella. Porque España significa libertad, significa nuestra libertad”. Y si en algún momento se cae en el abatimiento, el expresidente recordó: “Como lo han hecho durante los últimos años y con ponderación las víctimas del terrorismo”.


Fuente:  http://www.libertaddigital.com

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