Aznar situó a España al borde del precipicio, no por la crisis económica sino por la política. Ante Rajoy, desmontó las tesis rupturistas de Mas.
José María Aznar dijo
basta. Situó a España en su mayor encrucijada, la de ser o no ser, y
pidió ante el presidente del Gobierno (a quien le dio las riendas del
PP) y buena parte del poder político, que tome el timón de un barco que
no es que esté zozobrando, sino que está a punto de hundirse. Y no por
la crisis económica, sino por la política. “No podemos hacer dejación de
España. No debemos hacerla. Debemos creer en España más de lo que nadie
pueda llegar a descreer de ella”.
De principio a fin, el expresidente habló de la “amenaza” catalana. Fue
muy duro, dejando para otros las palabras huecas para evitar molestar.
Pero no se quedó en el diagnóstico demoledor, con claros tintes
dramáticos, sino que puso encima de la mesa una solución que Mariano Rajoy aún parece que no quiere ver: la reforma del modelo territorial.
“Ha llegado el momento de abordar una reforma que nos permita tener un
Estado más ordenado, más eficiente, más justo”, arrancó. Fue a más con
el paso de los minutos: “Es indispensable reconstruir desde su base un proyecto nacional real que nos devuelva al progreso”, un proyecto político que, en su opinión, “es donde se apoya todo lo demás”.
Una reforma para “reafirmar los principios de la España constitucional”
hoy amenazada y que, según Aznar, tiene que sustentarse en cuatro pilares fundamentales:
“la igualdad de todos los españoles independientemente de dónde nacen o
de dónde viven”, “la libertad de todos y cada uno de nosotros frente a
chantajes, las imposiciones y las maniobras de exclusión”, “la
supremacía de la ley como garante de nuestros derechos y baluarte frente
al totalitarismo” y “la solidaridad entre españoles, para que nadie
quede al margen del progreso y de las oportunidades”.
Sujetar como si la vida dependiera de ello “los fundamentos de una
España y moderna, que no renuncia a sí misma ni a ser una de las mejores
democracias del mundo”. Así, Aznar dejó patente su preocupación por la
deriva del país, que hasta entonces solo había dejado para
conversaciones privadas. El auditorio enmudeció hasta su última palabra,
cuando rompió en aplausos. “No aguantaba más, y ha estallado. Ha sido
brillante”, resumió uno de los asistentes.
Aznar entregó el premio de la libertad de FAES a Mario Vargas Llorsa,
y en su figura encontró la percha perfecta para hacer una breve clase
de historia, pero clarificadora. Todo está en los libros de texto: “De
nuevo, debemos traer al presente el significado del pacto constitucional
en que se plasmó la Transición democrática. Especialmente cuando se
quiere extender la falsedad de un supuesto fracaso histórico de España y
se hace de esa falsedad la coartada para la ruptura”, destacó.
No mentó en ningún momento a Artur Mas, pero rebatió
cada uno de sus argumentos para sacudir al país a golpe de llamamientos a
la independencia: “Democracia es habilitación y es límite, y ninguna
habilitación puede serlo para ignorar los límites”. Esto es, todo está
en la Constitución, y un referéndum solo lo puede permitir las Cortes. Y
advirtió: “No se puede esperar su protección cuando se actúa fuera de
las normas y de un Estado de derecho”.
Sustanció en dos ideas su tesis. En primer lugar, recordó que “una de
las doce estrellas bordadas en la bandera europea es española. Y no por
casualidad”. Algo que quiere decir que “nacionalismo y europeísmo son
conceptos contrapuestos”, o en palabras aún más gruesas “romper con la
Constitución es, para quien lo haga, la puerta de salida de Europa”.
En segundo lugar, Aznar desmontó lo que llamó la “trampa dialéctica”
que consiste en decir que una defensa de la Carta Magna no es sino
“defender un texto escrito a nuestro capricho”. Una vez más, hizo de
profesor de historia: “Se falsifica la historia a conciencia para tratar de sostener ese engaño,
con el agravante de que se falsea una historia que los nacionalistas
conocen bien porque han sido parte de ella, y parte importante, además”.
Aznar exigió lealtad. Pero enseguida constató que “lo que hemos
obtenido ha sido deslealtad con la democracia y con la ley. Llámese
deslizamiento, o centrifugación, o desarticulación”. Hasta el punto,
añadió, de que “bajo amenazas de todo tipo -y vemos que literalmente son
de todo tipo- el nacionalismo pretende ahora romper con los términos
del acuerdo democrático para buscar la secesión y el conflicto”.
Vargas Llosa: "El nacionalismo, cultura de incultos"
Vargas Llosa no fue menos contundentes, y a la sazón de Aznar situó el nacionalismo como el verdadero problema de la nación: “Es la cultura de los incultos”,
definió, recibiendo al término otro aplauso cerrado. Aznar siguió dando
razones de ello: “Al mismo tiempo que exige mejorar su posición deja
claro que no respetará los compromisos a los que se pueda llegar”. Más
aún, “se chatanjea con la utilización de un cuerpo armado autonómico en
un proceso secesionista”.
“Yo no participé en la Guerra de Sucesión junto a los leales de Felipe
V. Ni yo ni ninguno de los españoles -muy en primer término los
catalanes- que con la Constitución, y gracias a ella, han llevado a
Cataluña la mayor autonomía de su historia, sin comparación posible”,
rememoró. Pero, pese ello, “han decidido dar una patada al tablero y pretenden además que eso forme parte del juego”.
Rajoy, mientras, en primera fila junto a varios barones autonómicos,
permanecía en silencio. Después tampoco tomó la palabra. Aznar le dijo:
“España no se va a romper.
Y añado para los que juegan irresponsablemente con las cosas
importantes, que España sólo podría romperse si Cataluña sufriera antes
su propia ruptura como sociedad, como cultura y como tradición”. Todo el
mundo seguía en silencio.
Quince minutos de tensión: “Cataluña no podrá permanecer unida si no
permanece en España”, reiteró. La solución, aseguró, pasa ni más ni
menos que por la Constitución de Cádiz, ahora que es su aniversario.
“España no es una nación identitaria o nacionalista; es una nación plural, compleja e incluyente”. Pero siempre nación.
En conclusión, Aznar afirmó que frente a las amenazas hay que crecerse,
no arrugarse. Hay que llamar a las cosas por su nombre. Hay que “hacer
más por España más de lo que nadie pueda llegar a hacer contra ella.
Porque España significa libertad, significa nuestra libertad”. Y si en
algún momento se cae en el abatimiento, el expresidente recordó: “Como
lo han hecho durante los últimos años y con ponderación las víctimas del
terrorismo”.
Fuente: http://www.libertaddigital.com
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