“The politicians’ job now is not to reduce debt, just try to find fun and creative ways to hide it”
Llega
noviembre en la City y con él los despidos, los bonus y las
estimaciones de 2013. En 2012, el “bonus pool” caerá un 33% y se estima
que se desplomará en 2013 a un nivel cuatro veces inferior al de 2007.
Se anuncian 30.000 despidos y otros tantos en el primer trimestre. Una
alegría. Para que se hagan ustedes una idea, los trabajadores de la City
de Londres pagaron 11.000 millones de libras al gobierno británico en
impuestos en 2011, el 7% del total de ingresos del país, y más impuestos
que toda Escocia, por ejemplo, según la consultora Ambition. Sin
embargo, el ambiente es extremadamente negativo.
La semana pasada
se retiraron 9.000 millones de fondos de renta variable, la mayor caída
del año tras nueve semanas consecutivas de retiradas.
Sin
embargo, los análisis que nos llegan, para variar -como siempre-, son
bastante positivos con el entorno económico en todo el mundo. Ya saben,
“est todo muy descontado” es la frase de cada noviembre desde 2007.
Las
previsiones, y tómenlas ustedes con la cautela del que sabe que siempre
son optimistas, no son muy halagüeñas para Europa. Goldman espera caídas del PIB en la Eurozona del 0,4%.
Unos comentan que es la crisis de deuda, otros que es la malvada
Alemania que nos ataca -aunque se haya dejado el 23% de su PIB en ayudas
a la periferia-, pero la realidad es que vivimos la
desindustrialización más agresiva vista en ningún área de la OCDE, y esa
caída no es por casualidad. Es por el impacto de las políticas de
intervencionismo, impuestos altos y costes de energía desproporcionados.
No es casualidad que sea Alemania la única que mantiene un sector
industrial potente, porque es también la única que no se dedica a
esquilmarlo a impuestos e inseguridad jurídica.
Esa desindustrialización tiene un problema.
Que no vuelve fácilmente. Y también que los billones gastados en
generar infraestructuras y capacidad para acomodar el “crecimiento”
siguen ahí, aguardando la llegada de los unicornios, los ciudadanos,
sufriendo el coste en sus bolsillos vía impuestos, consumiendo menos y
hundiendo aún más la demanda interna. Vamos bien.
Los países de Europa 2013 tienen dos alternativas:
seguir el modelo alemán, que efectivamente supone “susto”, apretarse el
cinturón, atacar el gasto e incentivar a la industria, o seguir el
modelo “muerte” de Francia, de usar sus industrias y sus ciudadanos como
instrumentos al servicio de un estado que ni genera empleo -el paro
está en máximos de 13 años-, ni genera valor añadido -los márgenes
empresariales se encuentran en mínimos de los últimos 10 años-, para
seguir gastando y aumentando deuda -una deuda que, en términos oficiales
es el 86,1% ,y en términos reales, si incluimos garantías y prestamos,
supera el 146% del PIB, según Zerohedge. Sí, es cierto que usando el
mismo principio de considerar toda la deuda, Alemania tiene una deuda
sobre PIB de 139% comparada con el 82% “oficial”.
A todos los europeos
nos gusta esconder facturas bajo la alfombra, pero la diferencia es que
esa cifra aterra a las autoridades alemanas y por ello buscan bajarla a
toda costa. Los demás parece que no tenemos suficiente y queremos más
deuda.
Fíjense en el ejemplo de esta semana de Arcelor Mittal.
El gobierno francés ha amenazado con expropiarle sus activos en Francia
solo por intentar reducir su plantilla cuando en Europa su sector -la
industria del acero- sufre una sobrecapacidad del 20%. Una empresa que
emplea a 20.000 personas en Francia es amenazada con una nacionalización
por ajustar 600 puestos, menos de un 25% de lo que debería ajustar,
según los analistas del sector.
¿Qué gran industria invertiría en un
país donde se le puede amenazar con la expropiación? Y después nos
preguntamos por qué desaparece el capital inversor industrial de Europa.
España: miedo y esperanza
“The Spanish inflation data is more cooked than a Gordon Ramsay roast beef”
Las
previsiones para España siguen siendo cautelosas. Sí, hay que reconocer
lo que va mejorando, y los datos de la balanza de pagos de septiembre
son esperanzadores. Una mejora de 3.000 millones de euros respecto a
septiembre de 2011 en cuenta corriente, casi 4.000 millones contando la
cuenta de capital.
El Eurosistema ya nos financia con 34.000 millones
menos que en agosto.
España preocupa porque no es la primera
vez que se habla de brotes verdes y resulta que son plantas venenosas,
pero también interesa porque es un país con potencial. Un “recovery
play”. Estar muy endeudado y tener una economía enormemente cíclica
asusta y atrae a inversores por igual, dependiendo de su perfil de
riesgo. Tener empresas con buenos activos es otro atractivo, porque
siempre pueden ser vendidos para reducir deuda. Y sí, la prima de riesgo
baja, pero muchos ven esa bajada como temporal, como fue la del
invierno de 2011, algo así como cuando se le baja un poco la fiebre al
enfermo antes de subir de nuevo.
Lo que asusta, obviamente,
es que hemos perdido tanta credibilidad en las cifras oficiales que ya
pocos se las creen, aunque nos parezca injusto. Hasta Goldman Sachs
duda de las cifras de PIB, de manera diplomática, eso sí, en su informe
“Euro area outlook 2013-16: A Long Grind as Economies Adjust”. Otro
problema es que las comunidades autónomas ya son objeto de conversación
hasta en el pub de la esquina, y la gente sabe que algunas han dejado de
aceptar facturas desde septiembre. Es una pena, porque se nubla el
esfuerzo y éxito de otras.
Seamos claros, merece la pena ser prudentes y no vender brotes verdes y crecimientos cuando son cuestionables o débiles. Manejar las expectativas es mucho más importante
y beneficioso que tirarnos el rollo y luego decir que es una desviación
”sin importancia” o explicar que los números serían buenos si
quitásemos esta u otra cantidad. Los objetivos no son “aproximaciones”.
Son objetivos. Los números son los números, hay que batirlos, no
cumplirlos.
En la City se percibe a España como un enorme
examen a la posible recuperación. Y cada dato y resultado se va a mirar
con lupa. En nuestra mano está volver a fastidiarla monumentalmente,
escondiendo y extendiendo, o atraer capital y recuperar la confianza.
¿Atraer capital? Para qué si somos los mejores
Esta
semana tuve una serie de conversaciones con fondos de inversión que
estaban mirando la posibilidad de invertir en empresas españolas.
También charlé con brókers locales que están desesperados por cerrar
alguna de esas ventas, que siguen paralizadas.
Nuestros
analistas patrios se han matado a hacer una venta positiva de España,
dando unos cuantos datos atractivos, poniendo un poco de esperanza. Un
esfuerzo encomiable. Pero los mensajes que llegan al que quiere invertir
no son una fiesta. “Este es mi patio y aquí mando yo”, “aquí no
queremos extranjeros”, o peor “aquí encantados de colocarle nuestro
papelón, pero que no entre ni uno a opinar”, que exigen condiciones a
los compradores -se lo juro-, o vender con primas de escándalo.
Según
el presidente de un bróker nacional, muchos directivos aún siguen
pensando que volverá 2005, que regresarán los días del crédito eterno y
que entre nosotros nos bastamos y sobramos. En Reino Unido e Irlanda aún
no se ha recuperado el crédito a empresas y familias después de cinco
años. Un amigo de un private equity me contaba que estaba
francamente decepcionado ante el inmovilismo patrioy, tras varios
intentos y viajes, simplemente tuvo que decir “no aguanto más, adiós”.
En
2008, pasaba lo mismo. Los inversores se reunían con empresas en
dificultades con intención de colaborar y algunas sacaban el orgullo
nacional, sin dinero pero obstinado. Muchas decían que “llegaba la
recuperación” y la mayoría argumentaba que “no barajamos las ofertas”
“no cedemos un ápice de control”. No tengo que decirles el destrozo que
siguió.
Atraer capital extranjero, de largo plazo, nos
ayudaría a mejorar la imagen del país, a poner en el mapa a empresas en
las que nadie se fija y a volver a modernizar el país, con la ayuda y
colaboración de inversores que apoyan, acompañan y complementan. Sería
un revulsivo espectacular. Pero corremos el peligro de, por obstinación y
un miedo infundado, hundir la flota antes que vender un barco.
Es
nuestra decisión. Si realmente nos creemos que solos salimos adelante,
pues nada, hagámoslo. Al fin y al cabo, El Cid ganó una batalla muerto.
Pero estaba cadáver.
Fuente: Daniel Lacalle en COTIZALIA.COM
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