Artículo extraído de invertia.com y escrito por Ramón García.
¿Puede España entrar en bancarrota?
Quizás. De hecho tiene el honor de ser el primer país de la Historia en
arruinarse. La última vez que suspendió pagos fue el siglo pasado tras
la Guerra Civil y desde finales del siglo XVI no ha podido hacer frente a
sus deudas en más de una decena de veces. Felipe II fue el primero en
presentar un `concurso de acreedores´ y los últimos volúmenes de deuda y
el fuerte desempleo han vuelto a despertar los fantasmas de la quiebra.
Las finanzas españolas siempre se han movido en el terreno de las bancarrotas.
La falta de emprendedores ha hecho que la mayor parte de las
infraestructuras siempre haya ido al cargo de la Hacienda Pública. Gastos que no siempre se han visto compensados por la parte de los ingresos y que han llevado a una media de casi una quiebra cada 50 años, aunque se han vivido periodos muy tranquilos.
Primero fue el alto coste de las empresas bélicas hispanas,
desde Filipinas hasta las Indias. Más tarde, la Guerra de Independencia
y la pérdida de las colonias –las gallinas de los huevos de oro y
plata-. Luego, las luchas entre conservadores como Cánovas del Castillo y
progresistas como Sagasta fueron las que no permitieron el equilibrio
de las finanzas. Finalmente, fue la Guerra Civil la que llevó de nuevo
la suspensión de pagos a la economía española.
El concepto de deuda, tal y como se entiende hoy en día, lo crea Carlos I de España y V de Alemania.
A la muerte de su abuelo Maximiliano I, en 1519, compite con el rey de
Francia, Francisco I, por ser elegido Rey de los Romanos. El prestamista
de su abuelo, Jakob Fugger (Jacobo Fúcar como se le conocía en España),
se compromete a sufragar su elección entre los príncipes germanos con
tal de cobrar las deudas pendientes de su abuelo y las nuevas que asumía
el joven rey.
Una lucha que termina con Carlos
como Emperador del Sacro Imperio Romano pero con una fuerte deuda con
Fugger. A su muerte, el banquero amasaba una fortuna de 2,1 millones de
florines, unos 125 millones de euros en la actualidad –una cantidad
considerable para la época-.
El Emperador tuvo que firmar unos “Asientos”
–obligaciones de hoy en día- a Fugger en los que se estipulaba el
dinero a devolver y los intereses. Además, se utilizaban las minas de
oro, plata y sal y los impuestos que se cobraban en Castilla como avales
en caso de no pagarse la deuda. Comenzaba así la historia de la Deuda
soberana.
Una deuda que fue creciendo al ritmo que crecía el Imperio Español.
Se necesitaba dinero para batallas, para apaciguar revueltas y para
seguir conquistando Las Indias. Préstamos que estaban asegurados por el
poderío español y que habrían tenido calificación triple A de existir las agencias de calificación. Nadie dudaba del Imperio Español.
Los problemas llegaron con el ascenso al trono del hijo de Carlos I, Felipe II.
Mantener un Imperio en el que “nunca se pone el Sol” no es barato. La
Corona seguía endeudándose para mantener sus conquistas de ultramar.
Finalmente, Felipe II al poco tiempo de comenzar a reinar se vio
obligado a declarar la “suspensión de pagos de los asientos”: la primera
quiebra de un Estado.
Una ruina que vino provocada por la construcción de un estado y por la hiperinflación.
Felipe II articuló un estado cada vez más centralizado que costaba
dinero, para ello desarrolló impuestos y una Hacienda. Tasas que no se
cobraban ni al clero ni a los nobles, lo que hizo estallar la caja del
dinero. Pero además, las cuentas públicas se vieron muy perjudicadas por
la fuerte inflación que castigó al grano y a las tierras debido a las
ingentes cantidades de oro que llegaban de América. Similar a los
problemas que puede provocar darle a la máquina del dinero en la
actualidad.
Con ese panorama, Felipe II sólo
pudo suspender los pagos y comenzar a reestructurar su deuda. El monarca
acordó con algunos prestamistas devolver sólo los intereses y olvidar
el principal, con otros alargó el plazo de devolución del préstamo.
Condiciones que los banqueros tuvieron que aceptar si querían recuperar
algo del dinero prestado y que terminó con los Fugger arruinados, ya que
Felipe II llegó a suspender los asientos –bancarrota-hasta tres veces.
Esa dinámica de préstamos e impagos
recorrió los siglos XVII y XVIII. En cinco ocasiones, a lo largo de los
dos siglos, se suspendieron los asientos o se renegoció la deuda
–reestructuración que algunos expertos no descartan que tenga que hacer
Grecia, aunque en la actualidad el plan de estabilidad del euro ha
ahuyentado esos fantasmas-. Las continuas bancarrotas de España habrían convertido su deuda en bono basura si Moody´s o Fitch la hubieran calificado.
Hizo falta que llegara un francés,
Philippe de Bourbon para poner orden a las finanzas españolas. Tras la
Guerra de Sucesión, reinó como Felipe V desde 1700
hasta 1746 y articuló un estado moderno con funcionarios. A la vez
retomó el comercio con América y elaboró una Hacienda con impuestos para
financiar el nuevo estado.
Fernando VI siguió la estela de su padre y hasta Carlos III no se ve una innovación: el Banco de San Carlos.
Una entidad encargada de convertir los vales reales y de descontar los
efectos al 4%, contratar los suministros militares y pagar la deuda
exterior. En un principio se pretendió que el capital privado entrara en
el banco, pero los inversores no vieron negocio. La entidad cargada de
deudas sobrevivió hasta 1829 cuando fue absorbida por el Banco de San
Fernando.
El siguiente problema con la deuda española vino a finales del siglo XVIII. La decisión de Carlos IV
de ir a la guerra contra Francia por haber cortado la cabeza a Luis XVI
y a María Antonieta supuso la ruina de las finanzas patrias. La emisión
desmesurada de vales reales terminó por llevar a la suspensión de pago
de los intereses.
Los problemas franceses terminaron en la Guerra de Independencia
que supuso una merma considerable del arca pública. Un gasto que ya no
veía venir oro desde el otro lado del Atlántico, ya que cada vez eran
más los territorios de ultramar que proclamaban su independencia. Un
déficit crónico al que tuvo que enfrentarse Fernando VII durante todo su
reinado y que fue punto de partida del siglo más difícil para las
finanzas españolas: el XIX.
El s.XIX y la falta de una revolución industrial
El siglo XIX dejó patente la falta
de iniciativa empresarial que terminó por dejar yermas las arcas del
Estado. En un país con continuos golpes de Estado, pronunciamientos
militares y demás peleas (absolutistas contra liberales, isabelinos
contra republicanos,…), se hacía necesaria una revolución industrial que
no se produjo y que sufragó el Estado.
El ferrocarril dinamitó las finanzas españolas
y obligó a Isabel II a hacer más atractiva la deuda subiendo su
rentabilidad, ya que los banqueros desconfiaban de los españoles. Un
déficit que terminó en convertirse en impagos a las empresas que habían
construido el ferrocarril y a los bancos que lo habían financiado. Una
situación que provocó una quiebra en cadena que terminó con casi la
mitad de las entidades financieras que había en el país. Tal fue el
descontento de la sociedad que la Primera República se recibió con
júbilo.
La primera parte del siglo XX fue tranquila hasta la llegada de la Guerra Civil. Ésa fue la última vez, hasta el momento, que España entró en default.
Una deuda que se quedaron sin cobrar los prestamistas del bando
perdedor, el Gobierno Republicano, ya que el general Franco sí reconoció
su deuda. Según estimaciones, el Generalísimo debía 14.000 millones de
pesetas al terminar la Guerra Civil. Los programas de Posguerra y la
tecnocratización de la Dictadura terminaron poco a poco con los déficit. La posterior apertura al turismo terminó por llevar el
superávit y las divisas extranjeras a las cuentas de España.
Sólo Grecia y sus problemas con la
deuda han hecho despertar los fantasmas de la quiebra en España. Temores
que parecen alejarse tras el plan de defensa del euro y el recorte del
gasto propuesto por el presidente de Gobierno, José Luis Rodríguez
Zapatero (*). Pero si alguien tiene algo que decir en esto de la deuda es
España, el primer país en crear bonos y el primero en entrar en
bancarrota.
(*) Incrementados por el Gobierno actual del PP.
Monarca | Año | ||
Felipe II | 1557 | Suspensión de asientos | Las diversas empresas bélicas hacen quebrar las cuentas |
1575 | Suspensión de asientos | ||
1597 | Suspensión de asientos | ||
Felipe III | 1607 | Renegociación asientos | |
Felipe IV | 1647 | Suspensión de asientos | Sólo Castilla colaboraba económicamente, el resto de reinos se mostraron reticentes a colaborar |
1652 | Suspensión de asientos | ||
1662 | Suspensión de asientos | ||
Carlos II | 1666 | Suspensión de asientos | |
Carlos IV | 1799 | No se pagan los intereses | |
Fernando VII | 1914-1820 | Déficit | España viene de la Guerra de Independencia y durante la Restauración absolutista se hace difícil mantener el equilibrio presupuestario |
Isabel II | 1866 | Quiebra de la deuda | El coste de la construcción del tren lleva a una serie de impagos que se contagian y llevan a la quiebra del sistema financiero |
Guerra Civil | 1939 | Impago deuda republicana | El General Franco reconoce la deuda de los nacionales, pero la deuda del bando republicano no la reconoce nadie por lo que los acreedores no reciben el dinero prestado |
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