“El nacionalismo ha sido el virus que ha destruido a Europa durante la primera mitad del siglo XX”. Así comienza Felipe González su artículo que publica este lunes el diario ‘El País (*) , en el que, bajo el título 'Los nacionalismos contra la Unión',
el ex presidente del Gobierno señala que “para que haya gobernanza
económica y fiscal en la UE hay que ceder soberanía, lo que choca
frontalmente con la galopada nacionalista”.
Sin embargo, en un singular
ejercicio de malabarismo, González no tiene ni una palabra para lo que
ocurre en España con este asunto, siendo su tesis totalmente aplicable.
Así, cuando el socialista dice Europa bien podría decir España, pero eso no entra en sus esquemas mentales.
“De
nuevo galopa esa bestia del nacionalismo insolidario, a lomos de esta
crisis global a la que se está respondiendo con un diagnóstico y una
terapia equivocados, que cada día nos acercan más a la zona de
riesgo para la estabilidad y la supervivencia de la Unión.
La
resistencia es mayor porque se piensa que esa soberanía que se tiene que
ceder no es para compartirla, sino para entregarla a otros que se
mueven por sus propios intereses particulares y no por el interés común.
La operación exige compromisos de todos y entre todos y la gestión debe
ser común, sin imposiciones de directorios nacionales, que irritan y
retroalimentan nacionalismos de respuesta”, señala. ¿No sería esta acertada sentencia de Felipe González aplicable a los nacionalismos de España?
“Para enfrentar estos desafíos las Instituciones tienen que
funcionar, proveyendo bienes públicos para el conjunto de la Unión, sin
condicionamientos de directorios que impongan a los demás sus propias
reglas.
Los países de la Unión se tienen que comprometer a garantizar la
estabilidad presupuestaria, como una regla común, con premios y
sanciones para todos; con controles presupuestarios rigurosos y comunes.
Parece que los dirigentes europeos han olvidado que el objetivo
prioritario de la política económica es el crecimiento sostenible y
generador de empleo, mejorando nuestra competitividad en la economía
global.
Así aseguraremos el bienestar y la cohesión que son nuestras
señas de identidad y nuestra palanca para el futuro. Todo lo demás son
políticas instrumentales y tienen que estar al servicio de esta
prioridad.
El nacionalismo rampante hace pensar a la gente que
unos u otros estarían a cubierto si actuaran solos, sin tener en cuenta
al conjunto. Grave error que nos arrastrará a todos. Cada vez se oyen
más las voces de los extremos, cargados de discursos xenófobos y
antieuropeístas. Y cada vez recogen más votos”, añade.
http://www.lavozlibre.com
(*) lunes 17 septiembre 2012
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