La caída de Monti -10,5% de los votos en la Cámara de Diputados y el 9,1% en el Senado- tendrá consecuencias para España. Y más en concreto para la política exterior, que tendrá que buscar nuevos aliados para compensar la hegemonía de Alemania. El primer ministro saliente ha sido durante el último año y medio el mejor aliado de Rajoy
en la Eurozona, pero el nuevo escenario político que se cierne sobre
Italia en forma de ingobernabilidad amenaza con dilapidar esa estrategia
de ‘geometría variable’, como la definió un alto funcionario de
Moncloa.
Los posibles pactos con Hollande, el presidente
francés, se han considerado siempre puntuales, pero no tenían el
carácter estratégico que en el caso de Monti. Entre otras cosas, como
sostiene Ignacio Molina, analista del Real Instituto Elcano, porque “Francia juega en otra liga y su socio natural es Alemania”.
Ahora
bien, Molina sostiene que la reciente historia europea ha demostrado
que una estrategia conjunta de España, Francia e Italia da resultados,
como sucedió en el Consejo Europeo del pasado mes de junio, que dio el
primer paso para la integración bancaria europea.
En la misma línea hay
que situar la cumbre sobre el crecimiento que se celebró en Roma para
doblar el pulso a Alemania con el objeto de que cediera en su política
de rigidez presupuestaria. Rajoy siempre ha descartado echarse en brazos de Merkel –como le sucedió a Sarkozy-
por el enorme coste que tendría en la política interior, y de ahí que
su obsesión desde que llegó a la Moncloa haya sido buscar socios
temporales (salvo en el caso de Italia). Claro está, siempre que ello no
supusiera un enfrentamiento serio con Merkel.
Lo que preocupa al Gobierno español es que la salida de Monti -“una bendición para España”- intensifique la presión sobre la deuda pública italiana, cuyo diferencial
con el bono alemán se desplomó, precisamente, tras la llegada del
veterano político italiano a la jefatura del Gobierno hasta situarse,
incluso, por debajo de los niveles de España en lo que se denominó el
‘efecto Monti’.
Ayer, sin embargo, la prima de riesgo italiana se acercó
a la española hasta los 46 puntos básicos (394 puntos), lo que
significa que esa confianza en las reformas económicas se está agotando.
Al menos hasta que se despeje el panorama político.
Este efecto
contagio se demuestra en que ayer la rentabilidad del bono español a diez años se situó en el 5,37%, el nivel máximo desde noviembre de 2012.
Pero sobre todo preocupa que Italia -que tiene hacer frente este año a enormes vencimientos de
su deuda pública- se vea obligada a pedir el rescate financiero por
parte de la UE, lo que pondría a la economía española en el disparadero.
Sobre todo teniendo en cuenta que el Gobierno de Rajoy y su ministro De Guindos
siguen convencidos de que la economía puede reflotar sin necesidad de
acudir a la ayuda financiera exterior. De ello llegó a presumir el
presidente del Gobierno en el último debate sobre el estado de Nación.
Vencimientos de deuda
Hay que tener cuenta que el Tesoro italiano tiene que hacer frente este año a vencimientos
de deuda que representan nada menos que el 31% de su PIB, mientras que
en el caso de España equivalen al 23%, un porcentaje, igualmente,
extremadamente elevado (por encima de Grecia, Portugal e Irlanda).
“España
necesita que a Italia le vaya bien”, subraya el analista del Instituto
Elcano, toda vez que las oscilaciones de la prima de riesgo tienen que
ver con situaciones políticas. O dicho en otros términos, el
diferencial con Alemania dependerá de la irreversibilidad del euro. Y desde luego no es la mejor tarjeta de visita el hecho de que los dos ganadores de las elecciones italianas, Berlusconi y Beppe Grillo, plantearan sus respectivas campañas con un brutal ataque al euro y a las políticas diseñadas por Alemania.
Al menos, sostiene Molina, el resultado de los comicios puede provocar que Alemania “se asuste” -y no sólo en el plano económico, sino también en el político a cuenta del nacimiento de movimientos populistas-
y eso ayude a flexibilizar su posición sobre el ajuste fiscal, sobre
todo en un contexto macroeconómico como el actual, en medio de una
recesión.
No hay que olvidar, en todo caso, que Italia no tiene problemas tan acuciantes como España en términos de déficit público. Las previsiones que acaba
de dar a conocer la Comisión Europea, de hecho, estiman que este año se
cerrará con un desequilibrio fiscal equivalente al 2,1% del PIB (la
tercera parte que el español), lo que da más tiempo a las fuerzas
políticas para negociar sin necesidad de aprobar ajustes urgentes. Otra cosa es que Alemania apriete para aprobar un paquete de reformas que saquen al país de la recesión. Sobre todo si las agencias de calificación, en vista de que no se hacen reformas, rebajan la nota de Italia, lo que tendría un efecto dominó sobre el conjunto de la Eurozona.
En este contexto, se considera probable que Berlusconi esté en condiciones de ayudar a sostener un hipotético Gobierno de Bersani -el líder del centro-izquierda- a cambio de inmunidad en relación a sus innumerables procesos judiciales.
En ese caso, el Gobierno de Rajoy debería recuperar la alianza con Italia, sumando en el empeño a Polonia, un país que tiene mucho en común con España pero que inexplicablemente ha quedado ausente en los últimos años de la política exterior nacional (salvo en la época de Aznar).
Esta recomposición de la política de alianzas, de hecho, ya puede estar en marcha. Cuatro Estados miembros de la Unión Europea (España, Italia, Polonia y Suecia) han encargado a diferentes think-tanks de sus respectivos países la redacción de un documento informal titulado Estrategia Global Europea
que debe estar terminado en mayo de 2013. El ministro De Guindos lo
definió ayer de forma precisa: “Lo que es bueno para Italia, es bueno
para España”.
Fuente: EL CONFIDENCIAL
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