Las encuestas que ayer publicaron varios medios (El País, El Periódico de Catalunya) constatan algo que ya se percibía: que el sistema bipartidista se ha desplomado.
El PP registra mínimos –según el periódico madrileño su intención de
voto no alcanza el 25% y según el diario barcelonés los populares
perderían ahora 50 escaños- y el PSOE no remonta en absoluto y,
electoralmente, sigue por detrás de los conservadores.
Destacan, sí, las
expectativas de Unión, Progreso y Democracia e Izquierda Unida, lo que
podría configurar en el futuro un sistema pluripartidista que
exigiría –a la italiana o a la griega- gobiernos de coalición. Pero lo
más grave es que los ciudadanos han perdido confianza en el sistema de
partidos y exigen eso que se denomina regeneración.
Por otro lado, la intervención sabatina de Mariano Rajoy ante el Comité Ejecutivo Nacional de su partido, resultó, en general, convincente en cuanto a su honradez, pero dejó abierto el problema jurídico y político que plantea la supuesta contabilidad paralela de Luis Bárcenas
y su función –como gerente y como tesorero- del PP durante muchos años.
Concurren dos responsabilidades que el presidente no quiso abordar: su
responsabilidad in eligendo (él puso a Bárcenas al frente de la tesorería del partido) y la responsabilidad in vigilando
(a él como presidente del PP le correspondía controlar cualquier
actividad irregular en la organización).
Tampoco parece que Rajoy vaya a
tomar medida alguna respecto de sus ministros más abrasados por esta
crisis (Mato y Montoro, aunque por razones distintas), ni que, al
menos de momento, se plantee una reestructuración a fondo del partido.
Rajoy salvó su reputación pero nada más, aferrándose a su particular
recurso anti-crisis: el transcurso del tiempo y el consiguiente olvido
–los españoles parece que somos desmemoriados- de estos episodios.
Por otra parte, las concentraciones ante las sedes del PP
suscitan una reacción de naturaleza inquietantemente retroactiva:
¿sigue por donde solía la izquierda de este país?, ¿cómo es que no hubo
concentraciones ante Ferraz con el escándalo de los ERES de Andalucía,
por poner un ejemplo?, ¿de verdad piensan los partidos de la oposición
que el rechazo al PP significa un acercamiento a ellos?, ¿suponen acaso
que la indignación es unidireccional hacia los conservadores y que salva
o margina el cúmulo de casos de corrupción que afectan a otras
formaciones como el PSOE o CiU?
Si Pérez Rubalcaba, por ejemplo,
valora que esta crisis es sólo la del PP y la de Rajoy, se confunde.
Cuando pide, como lo hizo ayer, la dimisión del presidente del Gobierno,
está pidiendo a gritos la suya propia porqueestamos ante un fallo sistémico del régimen bipartidista que ambos, entre otros, representan.
Manuel Jiménez de Parga, catedrático de Derecho Público, ex ministro y ex presidente del Tribunal Constitucional, escribió ayer en el diario El Mundo, bajo su seudónimo de Secondat y con este título: “Final de una etapa”.
Decía: “Los españoles nos encontramos en un momento delicado de nuestra
historia. Abundan las denuncias de corrupción, el sistema
constitucional de las autonomías funciona mal, la ley de partidos
políticos es deficiente y resulta inadecuado el modo de elegir a los
representantes en las diversas instituciones.
Si todo eso hay que
cambiarlo y mejorarlo es porque hemos agotado una etapa y tenemos que empezar a ser y a convivir de otra forma.
Por fortuna sabemos lo que nos pasa y los remedios que debemos
utilizar. Malo sería, en cambio, aferrarnos a lo establecido y no
reaccionar a tiempo. En naciones de nuestro entorno han sido
relativamente frecuentes las sustituciones pacíficas de los sistemas políticos.
En el año 1958 se inauguró en Francia la V República con una admirable
continuidad desde 1870 (la aventura de Vichy fue un paréntesis
intrascendente).”
Lo que sostiene Jiménez deParga es que el
régimen actual se ha agotado y hay que ser conscientes de ello. Si
Mariano Rajoy y el PP –y lo mismo podría decirse del PSOE- creen que el
actual estado de cosas podría continuar renqueante, sería muy
aconsejable que leyesen el artículo de José Ortega y Gasset publicado en el diario El Sol el 15 de noviembre de 1930 bajo el título de “El error Berenguer”.
El filósofo madrileño fustigaba que tras siete años de dictadura de
Primo de Rivera, Alfonso XIII quisiera recomponer el régimen
constitucional de la Restauración como si nada hubiese ocurrido,
poniendo al frente del Gobierno al general Berenguer, hombre honrado
pero de poca consistencia política. Simular que todo volvería a la
normalidad constituía, según Ortega, “el error Berenguer”, quien
dejó su empeño en febrero de 1931, después de haberlo intentado desde
enero de 1930.
Decía Ortega, y decía bien, que aquel régimen estaba
periclitado. Y terminaba su artículo con una apelación que dispone de la
mayor frescura en la España de hoy: “Y como es irremediable ese error,
somos nosotros, gente de la calle, de tres al cuarto y nada
revolucionarios, quienes tenemos que decir a nuestro conciudadanos ¡españoles vuestro Estado no existe!, ¡reconstruidlo!”
Fuente: EL CONFIDENCIAL
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