Reflexión que dedicamos especialmente a los "políticos" emergentes.
La
interesante reflexión de Aminadab Rafael y Pérez Franco viene a
nuestra mente cuando contemplamos la aparición de nuevos
“salvadores” que dudamos hagan frente auténtico a tantas
ignominias que la situación política actual con pretensión de
ostentar un espíritu de servicio que en sus vidas nunca
demostraron, como si al no haber podido encaramarse en las
alternativas fallidas tuvieran que aprovechar la situación crítica
que vivimos “para esperar su turno”...
Existen
varias connotaciones del término envidia aplicables a la actividad política. En este caso, la envidia
sería la incomodidad o insatisfacción derivada del éxito de otros
políticos; el olvido de la trayectoria
propia ante la obsesión por el desempeño de figuras públicas a las
que se quiere emular;
el resentimiento que causa el hecho de que
alguien detente el cargo al que uno aspira o que tuvo, o simplemente
por las ganas de querer ocupar el puesto que otro tiene y gozar de sus
prerrogativas: se envidia así al líder, al dirigente, al candidato,
al gobernante o al legislador, al ideólogo, o a todos ellos.
Cuando en
política se siente envidia, se vuelve insoportable constatar el
triunfo político de otras
personas o el recuento de sus logros y realizaciones, lo que causa, en muchos casos,
una
patología del poder en la que el actor político deja de preocuparse
por mejorar sus capacidades o desempeño, porque dedica buena parte
de su actividad a hablar y actuar tratando de que al
envidiado le vaya mal, lo peor posible. La vocación
política se tuerce entonces para volverse crítica interminable,
amargura y frustración que, en
algunas ocasiones, tiene un alivio momentáneo cuando los envidiados
caen en desgracia: el enfermizo placer de ver correr la sangre de un
odiado adversario para luego voltear la
mirada y encontrar a un nuevo personaje a quien
odiar.
Los
sentimientos de envidia son tal vez inexpulsables de la actividad
política. Si la democracia tiene un componente inevitable de
competencia e intercambio, señalado en procesos regulares de
elección para la renovación de dirigencias políticas, gobiernos o
legislaturas, la contienda político-electoral que libran permanentemente los partidos
y los políticos supone derrotas
y fracasos que alimentan envidias y resentimientos. Basta dar
seguimiento una semana a la información política de los medios para
constatar un sinnúmero de declaraciones, decisiones y acciones de
los políticos tomadas des de una lógica egoísta y envidiosa; no
para construir sino para destruir o al menos desprestigiar.
Es ingenuo pensar que
este tipo de actitudes se puedan erradicar con
facilidad de la política
pues tienen mucho que
ver con la miseria humana...
Pensemos... ¡ habrá
que aislarlos !
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