Creo que fue Gabriel García Márquez, nada sospechoso de pertenecer a las huestes de la derecha, el que calificó en cierta ocasión a Hugo Chávez de
“ilusionista” y le aventuró que acabaría pasando a la historia como un
“déspota”.
Estos días, tras su muerte, se ha desatado en las redes
sociales un apasionado debate en torno a su figura, un debate encendido
entre detractores y partidarios. Yo me encuentro entre los primeros, sin
lugar a dudas, pero los segundos enseguida han colocado la etiqueta de la derecha
a todos los críticos con la figura del caudillo venezolano, y nada más
lejos de la realidad.
De hecho, son muchos los representantes de esa
izquierda sensata y democrática que se han quejado por haberse visto
identificados con los partidarios del chavismo cuando la realidad
es que esa izquierda hace tiempo que marcó las diferencias,
probablemente desde aquel “yo prefiero los votos a las botas” que le
dedicó Felipe González al comandante bolivariano.
Pero
hay otra izquierda, una izquierda que sigue instalada en la caverna del
marxismo-leninismo, que estos días llora la ausencia del caudillo
Chávez e incluso se atreve a reivindicar su particular modo de entender
el socialismo para exportarlo a nuestro país… ¡Dios nos libre!
Ya
tenemos bastante en esta piel de toro aguantando los pañuelos a cual
más hortera del alcalde de Marinaleda, como para que se nos imponga por
ley el uso del chándal como prenda revolucionaria.
Hace tiempo publiqué
en este mismo diario una información muy detallada sobre como la policía
de Chávez expropiaba tierras a colonos españoles que llevaban décadas
instalados en Venezuela. Quizás sea eso lo que añoran nuestros pro-chavistas patrios: el derecho a quedarse con lo que no es suyo, a expropiar el fruto del trabajo y del esfuerzo de los demás para beneficio de las clases trabajadoras.
Es
tal la pasión que Chávez ha levantado en la izquierda-izquierda patria
que cualquier día de estos nos vemos a Cayo Lara entrando en el Congreso
de los diputados vestido con el chándal rojo bolivariano y al resto de
los diputados de IU disfrazados de tal guisa, y no digamos ya los de
Bildu-Amaiur…
Desconozco a que grado de pobreza económica y miseria
moral nos quieren llevar los señores de IU y el resto de la izquierda
cavernícola de este país, pero creo que a la inmensa mayoría de los
españoles no les haría ninguna gracia un régimen político de las
características de la Venezuela de Hugo Chávez.
Es cierto que Chávez
ha gobernado ganando elecciones…
Pero no es el primer dirigente
totalitario que lo hace.
Lo intentó primero por la vía tradicional, es
decir, el Golpe de Estado contra el amigo de Felipe González, CAP, pero
fracasó y cuando consiguió hacerse con las urnas ya no dudó en cambiar
leyes y la Constitución una y otra vez para garantizarse la perpetuidad
en el poder.
Al chavismo le ha faltado volverlo a
presentar a unas elecciones embalsamado y a lomos de un tanque, como si
fuera un moderno Cid Campeador, aunque eso hubiese sido demasiado y ya
está ahí Maduro vulnerando la legalidad vigente para garantizarse la
victoria en las urnas cuando a él mismo le convenga. Pero, ¿puede haber chavismo
sin Chávez?
Lo que aquí tanto alaba la izquierda no era más que una
amalgama de mentiras e hipocresía que, sin embargo, en manos de un mago
de la comunicación y el populismo se ha convertido en una auténtica
religión para su pueblo, un pueblo al que, es cierto, consiguió sacar
de la pobreza pero al que le ha negado cualquier posibilidad de tener
un futuro mejor porque los millones de dólares que recaudaba vendiendo
petróleo a los mismos imperialistas a los que acusaba de todos sus males,
lo utilizaba para repartir una parte entre su pueblo y el resto para
engordar su propia cuenta corriente y la de sus secuaces.
Chávez
era un caudillo, y el problema de los caudillos es que generan una
adoración cercana al fanatismo en sus pueblos.
Algo parecido vivimos
aquí con la muerte del dictador, y las colas de gente que se acercaron
durante días a despedirse del caudillo también fueron kilométricas. Pero
en aquel entonces se planteó la misma cuestión: ¿podía sobrevivir el franquismo
sin Franco? Era evidente que no.
Venezuela es un país en decadencia, en
el que se han invertido miles de millones en asistencialismo que ha
servido para comprar votos, pero que no han servido para mejorar los
índices de productividad del país. Si un día Venezuela se quedara sin petróleo, se morirían de hambre.
Con
un déficit disparado, una inflación del 40% y la carestía de productos
básicos, el país ocupa el puesto 143 de los 144 países que engrosan el
Índice Global de Competitividad. Si a eso le añadimos una inseguridad
ciudadana alarmante, una corrupción sistémica y una justicia degradada y
vendida al chavismo, el escenario es espeluznante.
Y eso
es lo que quiere nuestra izquierda traer a España. Ni siquiera sé como
pudo aguantar el viernes el Príncipe Felipe tan estoicamente las bravatas de los correligionarios de Chávez en su funeral.
Menos mal que, al menos, al ilusionista calló
para siempre.
Ahora solo queda que su marcha sea un paso en la buena
dirección de Venezuela, porque lo contrario amenazaría a la estabilidad
de toda la zona.
Fuente: Federico Quevedo en EL CONFIDENCIAL.
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