Eso
es lo malo de la situación actual: que si hablas de todo lo que pasa,
te dicen que no profundizas y que picoteas por el campo, y si hablas de
un solo tema, que te olvidas de lo principal. (Porque siempre, "lo
otro", lo que te has olvidado, era "lo principal".)
Me acuerdo de aquello del "cristal con que se mira". Cojo unos cuantos cristales y me pongo a mirar.
1. Veo, en primer lugar, que están a punto de llegar a Salou 9.000 mozos -universitarios, les llaman- que van a celebrar la Semana Santa en borrachera continua.
Esta no es la idea que yo tengo de la Semana Santa, pero a esos chicos
les han debido enseñar en su casa que aquello del recogimiento
penitencial se hace mejor dándole a la cerveza.
2. Me voy a Chipre y salgo corriendo, procurando no encontrarme en ningún aeropuerto con el inefable señor Dijsselbloem
(más o menos, Dáisemblum) porque este tío es capaz de decir cualquier
bobada, cargarse las bolsas de unos cuántos países y excusarse diciendo
que no sabe inglés. Debe ser muy listo, pero lo disimula todo lo que
puede. Ha elegido el mejor momento para decir que lo de Chipre le ha
gustado y que se puede exportar. Que eso de que los que se fiaron de los
directivos de los bancos paguen las bobadas que hicieron los directivos
de los bancos mientras los directivos de los bancos ponen cara de que
pasaban por allí, eso es lo que se va a llevar en Europa en la temporada
de primavera/verano.
3. Salto a España y caigo en el líquido viscoso-fecal de la vida socio-político-financiera-etc. Bárcenas ya está pasado de moda. Ahora hay otro. Oriol Pujol
ya está pasado de moda. Ahora hay otros. Los no sé cuántos miles de
euros que distrajeron los chicos de Unió ya están pasados de moda. Ahora
hay otros. Félix Millet sigue sonriendo. Es lo único inmutable.
4. Del paro,
no se acuerda nadie. De ayudar a las empresas para que creen empleo,
sigue sin acordarse nadie. De los bancos, los que se acuerdan es para
ponerles verdes. Para compensar, en fútbol hemos ganado a Francia. Como,
gracias a Dios, el partido se jugó en París, no hubo abucheos al himno
nacional.
5. No me parece bien, aunque sea un tema complicado,
que algún impresentable se empeñe en decir que si el marido de la
infanta Cristina ha hecho algo malo o muy malo, la solución sea el
divorcio. Porque aquello de la salud y la enfermedad es algo más que una
frase hecha.
El otro día me invitaron a
unas jornadas organizadas por Fasga, una federación de asociaciones
sindicales. No me apetecía mucho porque suponía que oiría lo de siempre:
que el empresario es malo, que todos nosotros somos muy buenos hasta
que se nos ocurre ser empresarios y entonces somos malos, etc. Todo ello
aplaudido por unos cuantos con el puño en alto, porque la mano
extendida a lo nazi (6 millones de personas asesinadas por Hitler y su
gentuza) está mal, pero el puño cerrado a lo comunista (52 millones de
personas asesinadas por Stalin y su gentuza) es otra cosa, y, además,
suena a progre.
Cuando llegué y vi que el título de las
jornadas era "Responsabilidad y futuro", me sorprendí. Cuando vi los
títulos de las ponencias (Optimismo, Entusiasmo, Alegría y Buen humor) y
vi que, por grupos de trabajo, los asistentes -muchos- trabajaban en
serio, me volví a sorprender.
Cuando me dijeron que se llaman sindicatos independientes,
aunque a ellos les gustaría llamarse sindicatos libres y que no están
subvencionados por los Presupuestos Generales del Estado y que el dinero
que reciben para formación lo entregan tal cual, sin desenvolver el
paquete, a quienes hacen la formación y que estos les dan la
correspondiente factura, sentí un soplo de aire fresco y pensé que todavía hay gente -mucha- que quiere hacer las cosas bien.
Y
pensé que los mediocres desaparecerán algún día y que algunos irán a la
cárcel y que nos volveremos a enterar de que lo importante es lo
importante y lo no importante no tiene importancia, como su propio
nombre indica.
Y que lo importante estará ligado a la
responsabilidad individual y a la responsabilidad individual estará
ligada a la honradez y la honradez estará ligada a un trabajo bien hecho
y el trabajo bien hecho estará ligado a trabajos de verdad. No a
empleos falsos pagados con dineros auténticos (los nuestros).
Y
mientras nuestros políticos se dediquen al 'tú más', y nuestros
financieros se dediquen a los inventos y los empresarios no encuentren
dinero para sacar adelante sus empresas y los sindicatos hagan huelga
los días en que puedan hacer más daño y todos se olviden de que el
problema hoy se llama 5.965.400 personas sin empleo, seguiremos
jugueteando, discutiremos si el derecho a decidir es para ahora o puede
esperar a que cobren los farmacéuticos, aseguraremos que delegamos
nuestras funciones, pero no abandonamos el escaño, y diremos que estamos
en paz con nuestra conciencia, que puede estar más retorcida y más
sucia que mandada hacer de encargo.
Es verdad que hay dos
clases sociales: la mayoría y la minoría. La mayoría, que sabe lo que
está bien y lo que está mal y que asiste pasmada al espectáculo diario
en el que los de la minoría exhiben sus vergüenzas y, sobre todo, sus
desvergüenzas, intentando que nos creamos que, para triunfar en la vida,
hay que ser como ellos.
Yo quiero seguir en mi clase social,
porque intento ser de la mayoría. Y tengo la esperanza de que mi clase
social arrincone a la otra.
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