Una ese que se descuelga del nombre de España en inglés y amenaza
con dar la puntilla a un toro de lidia que, se entiende, representa al
país. La gracia, si la hubiera, reside en que la denominación nacional
se queda, sin la ese, en pain. Significa dolor.
No es un juego de palabras original, pero hacer chistes no es la intención del británico The Economist,
una publicación con más de ciento cincuenta años de historia más
preocupada por el rigor que por resultar graciosa. Entre otras cosas, la
portada de su edición internacional, publicada este viernes, busca el
paralelismo con otra de 2001 dedicada a Grecia, en la que las es de Greece se desprendían de su nombre convertidas en símbolos del euro.
Este es solo uno de los ejemplos de la semana que cerramos, fatídica para la imagen de España en el exterior y todo un desafío para el recientemente nombrado Director de la Oficina del Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España, José Ángel López Zorrín, que tendrá que combatir, o intentarlo, el alarmismo, los juicios severos y el recurso a la fórmula del Pain in Spain que muchos editoriales y portadas internacionales practican cada vez con más frecuencia a la hora de tratar un tema, el de España, en boca de todos.
Porque las valoraciones van más allá, por supuesto, de la mera retórica visual. En su artículo titulado The Spanish patient, The Economist
recuerda este mes que el interés del bono español alcanzó hace unos
días el 7,75%, mientras que Grecia, Irlanda y Portugal fueron rescatadas
cuando los suyos rondaban el 7%. "Incluso si España sobrevive a un
verano caliente, los mercados dan señales de que será necesario un rescate completo a finales de año", remata. En otro titulado The flight from Spain y extractado este fin de semana para su edición web, la síntesis no podría ser más demoledora: "España no puede salir de su trampa por sí misma".
Lejos
quedan los días, por recientes que sean, en que España ocupaba portadas
internacionales por sus logros deportivos. Un día antes que The Economist, el diario francés Libération dedicaba otra impactante portada a la situación española, titulando en esta ocasión con un ¡Perdidos! en
español sobre fondo rojigualda. De nuevo invitaba al paralelismo con
Grecia, ya que la portada parece emular en fondo y forma una de noviembre de 2011 dedicada al país heleno. Con testimonios, declaraciones de expertos y hasta un editorial titulado Debacle y firmado por su director, Nicolas Demorand, Libération alarma
de la situación que se vive en España para concluir que "la resolución
de la crisis, tanto política como financiera, parece alejarse.
No es
sorprendente que el FMI se pregunte desde ahora por la cuestión de la
supervivencia de la zona euro".
Buena parte de los medios continentales y mundiales
coincidían esta semana en el diagnóstico, apoyando la idea de que
España no puede salir de la situación por sus propios medios.
Un día después de que Mariano Rajoy apareciese en su portada a propósito de un artículo sobre política fiscal titulado ¿Pueden los ricos salvar a Europa?, el alemán Handelsblatt publicaba el viernes otro texto en el que urgía a poner solución a la crisis en el sur de Europa. España e Italia no pueden hacerlo solas,
titulaba, y explicaba en términos elocuentes –por rotundos– que ambos
países "están librando una batalla desesperada contra la crisis de la
deuda", que ambos "perderán esta lucha" y que los dos "necesitan ayuda exterior. Con todas sus consecuencias".
La preocupación por España también se ha extendido esta semana a Latinoamérica, como demuestra la portada del uruguayo El Observador. El miércoles, en plena escalada de la prima de riesgo, el periódico abría con un toro de Osborne reducido al esqueleto y una llamada simple: "Rescaten a España".
En el argentino Clarín, por su parte, publicaban este viernes el artículo Consecuencias de una tormenta perfecta explicando que "existe a veces una fascinación perversa en torno a la pesadilla que abisma a España y al conjunto europeo".
La
razón, según su autor, es que "se hace cada día más claro que la crisis
no tendría remedio y que, con sus altos y bajos, estos serían los
momentos últimos de un choque de trenes que la política correcta siempre
pintó inverosímil".
http://www.elconfidencial.com
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