domingo, 30 de septiembre de 2012

OCASO DE LAS IDEOLOGIAS.Reflexiones desde el caso chileno a meditar...



No cabe duda de que Gonzalo Fernández de la Mora tuvo razón cuando pronosticó, en la mitad del siglo pasado, el crepúsculo de las ideologías.

El mundo comenzó a cambiar al derrumbarse estrepitosamente la URSS y los regímenes socialistas de Europa .

Fue aquella una crisis espontánea, que no tiene otra causa que el fracaso de un sistema. Es difícil, por lo mismo, que nuestra juventud pueda comprender lo ocurrido en Chile durante la Guerra Fría, cuando el mundo estaba dividido en dos bloques irreconciliables que se amenazaban con el exterminio, y en que cada elección podía sellar el destino de nuestra patria. 

Mucho menos podrá explicarse la profunda crisis que sufrimos cuando nos enfrentamos a la posibilidad cierta de seguir el camino de la Cuba castrista.

De aquí que lo sucedido sea históricamente distorsionado, al extremo de invertir los papeles, ya que mientras los que predican ahora su adhesión a la democracia fueron ayer sus enemigos más obcecados, quienes la reconstruyeron sean hoy sus destructores.

Dígase lo que se quiera, pero la verdad es que la democracia la restauró el gobierno militar, a través de un itinerario constitucional aprobado en un plebiscito, que se respetó rigurosamente y que determinó la entrega del poder a los partidos políticos tradicionales, tal como se previó diez años antes.

 Se dirá que el gobierno militar tardó mucho en crear las condiciones para volver al democrático, y que hubo violaciones graves a los derechos humanos. Lo primero la magnitud de la obra realizada, la misma que aseguró al país estabilidad y continuidad institucional; lo segundo es doloroso, pero producto de una resistencia subversiva que en todas las naciones del mundo, sujetas a la misma experiencia, provocó excesos, injusticia y sufrimientos.

Chile no podía escapar a esta realidad, tanto más si, desde diversos países, se estimulaba el enfrentamiento, se preparaban guerrilleros y se suministraban armas para la resistencia armada.


Hoy las cosas son muy distintas. Los unos se han renovado, abandonando posiciones irreductibles y utopías embriagadoras; los otros han valorizado la importancia del entendimiento, el diálogo y los acuerdos.

 Poco espacio va quedando para el odio, el resentimiento y el revanchismo histórico que envenena el alma. De aquí que sea justo reconocer que Chile no es el mismo, que hemos cambiado y que el sufrimiento no ha sido en vano.

 Pero, sin duda, lo más novedoso y alentador es la invasión de un pragmatismo que privilegia la y el avance científico, y que exige desarrollo, igualdad de oportunidades y justicia social.

La inmensa mayoría entiende que nada de ello se conquistará si el país no crece, que no puede redistribuirse la pobreza, y que todo lo que se conquiste será fruto de un esfuerzo compartido.


Muchos sectores reclaman un cambio en los hábitos políticos, la renovación generacional de las directivas partidistas, la modernización de las estrategias electorales. Se observa un agotamiento de los viejos liderazgos y la necesidad de crear nuevas manifestaciones que expresen con fidelidad lo que anhela la común y corriente. 


Hoy es más importante mejorar la educación, la seguridad, la salud y el trabajo, que discutir sobre el aumento de la presencia del Estado en el proceso productor, o las regulaciones y los controles como única vía para lograrlo, o volver sobre las limitaciones a la libertad individual a pretexto de preservar valores inmanentes. Han muerto las ideologías y surge con fuerza el pragmatismo tecnológico. Las utopías ya no obsesionan a los pueblos, y quienes pretendan imponerlas serán acallados por la historia.


La visión de esta nueva realidad no puede prescindir de la necesidad de ensanchar los cauces de participación ciudadana. 

En la crisis de 1973, creemos nosotros, gravitó poderosamente esta circunstancia. Cuando dichos se saturan, las corrientes de opinión se desbordan y, generalmente, terminan provocando el caos. No sólo hay que oír a la gente. 

Lo que se requiere es permitir su participación en las diferentes áreas del quehacer . Una sociedad dominada por el pragmatismo tecnológico no puede quedar sujeta a los viejos y desgastados instrumentos de participación concebidos para otros tiempos.

 http://tertuliapolitica.bligoo.com/content/view/720557/El-ocaso-de-las-ideologias.html#.UGgmw1Yvk5I

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