domingo, 19 de agosto de 2012

LA MORDAZA A LOS SINDICATOS


SINDICATOS AMORDAZADOS

La crudeza de la crisis es de envergadura. Ya nadie se atreve a utilizar subterfugios literarios para obviarla porque entre otras cosas las elecciones ya pasaron y quienes, hace pocos meses, negaban la evidencia, una vez asegurados otros cuatro años de poder, sí reconocen ahora asistir a uno de los terremotos financieros más preocupantes de la historia reciente.
 
Lo que las frías estadísticas venían apuntando desde hace meses en sus siempre impersonales y aparentemente lejanos datos numéricos, Cáritas lo ha confirmado poniéndole rostro a esos datos. Y es que sus trabajadores y voluntarios vienen observando cómo se incrementa su actividad asistencial de una manera notable. 

Hasta ahora podía parecer que eso de la crisis afectaba sólo a otros, a esos colectivos marginales y más sensibles por su fragilidad a los cambios producidos , pero esta institución diocesana nos recuerda que sus destinatarios ya no son simplemente las personas pertenecientes a los colectivos más desestructurados y vulnerables.
 La crisis ha provocado que sean familias, hasta la fecha más o menos normalizadas socialmente, las que actualmente demandan ayuda para llegar a fin de mes o satisfacer sus obligaciones hipotecarias.
 
Una provincia que como la nuestra carece del tejido industrial necesario para reabsorber el paro provocado por la caída de la construcción es una ciudad sin futuro, sometida a la caprichosa propina de las subvenciones públicas, sin posibilidad de asentar población joven y llamada a sufrir con especial ensañamiento los coletazos de ese desajuste internacional.
 
En el entretanto, llama la atención el silencio de los sindicatos de clase. Si por un lado legítimamente, y por lo que se ve con cierto éxito, se ocupan de incrementar el número de afiliados, por otro deberían elevar un discurso más crítico frente a las administraciones en general, vigilar estrechamente las últimas regulaciones de empleo y mantener movilizadas a sus bases para defender a los trabajadores que, por imperativo del momento, han dejado de serlo. 

Quizá ese silencio se deba a que la clase sindical esté ya plenamente asumida por el propio sistema que la crea, la mantiene y, no sé si es mucho decir, pero, por si acaso, ahí queda: la amordaza. 
 

elblogdenichi.blogspot.com/

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