Miguel Sebastián, exministro de Industria. (Efe)
El actual número dos del PSC en el Parlament de Catalunya y antiguo alto cargo con Zapatero de los Ministerios de Industria y de Ciencia e Innovación, Maurici Lucena, no se ha mordido la lengua a la hora de relatar su experiencia política con el que fuera ministro socialista de Industria, Miguel Sebastián. Lucena denuncia sin rodeos la “deslealtad y desvergüenza” del que fuera candidato a la alcaldía de Madrid en un libro de reciente aparición sobre economía donde repasa su experiencia profesional para abrir un debate acerca la política industrial y de innovación que necesita España ante la crisis económica.
Bajo el título En busca de la pócima mágica el volumen ha sido prologado por Julio Segura,
expresidente de la CNMV, y su publicación ha sido apoyada con sendas y
muy elogiosas reseñas a cargo del exvicepresidente económico, Pedro Solbes, y el actual consejero de Economía de la Generalitat de Catalunya, Andreu Mas-Colell.
La obra rompe una lanza a favor de las políticas industriales de corte
horizontal, distinguiendo claramente el grano de la paja para asegurar
la eficiencia de los cada vez más escasos recursos públicos. Sobre esta
base conceptual, Lucena repasa sin ningún tipo de complejos episodios muy recientes de la historia económica de España con la certeza que brinda la experiencia personal del autor.
El
exministro de Industria boicoteó la reeleción de Lucena como presidente
de la Agencia Espacial Europea, que acabó en manos del británico David
WilliamsMención
aparte merece el apartado monográfico dedicado a delatar la conducta
del antiguo zar económico de La Moncloa, Miguel Sebastián, cuando
sentado en el trono del Ministerio de Industria se dedicó a colocar palos en la rueda del nuevo Ministerio de Ciencia e Innovación que Zapatero puso en manos de Cristina Garmendia. Lucena ocupaba entonces el cargo de director general del Centro de Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), organismo que
fue transferido al citado departamento de Ciencia e Innovación, y
asistió como testigo de excepción a lo que él mismo califica como
“acaloradas discusiones entre los altos cargos de ambos departamentos”.
La razón de tales enfrentamientos internos dentro del Gobierno socialista no era otra que el deseo de “torpedear implacablemente la transferencia de competencias” desde
Industria al nuevo departamento. Lucena sabe muy bien de lo que habla
pues no en vano él mismo formó parte años antes del equipo de asesores
que, encabezado por Miguel Sebastián, preparó el programa económico con
el que Zapatero concurrió a las elecciones generales del año 2004.
El
libro señala que Sebastián había sido precisamente el encargado de
diseñar en 2008 el esquema del flamante Ministerio de Ciencia e
Innovación con el que el PSOE pretendía impulsar un nuevo modelo de
crecimiento en España. Lucena denuncia el afán de su antiguo jefe por
“enmendarse a sí mismo”.
El que fuera responsable del CDTI puntualiza
los detalles del boicot: “no nos dio ni agua, negándose a transferir, además de presupuesto y personal, los programas Avanza I+D, la gestión de la contribución española a la Agencia Espacial Europea (ESA), las ayudas públicas a la I+D del sector aeronáutico y la Empresa Nacional de Innovación (Enisa)”.
Lucena
muestra también rasgos de la personalidad de Sebastián cuando señala
que “nuestra antigua amistad terminó en el mismo momento en que él, en
uno de sus célebres ataques de ira, cruzó la raya verbal que no se debe
cruzar jamás”. A partir de esta denuncia, el dirigente del PSC cuenta la venganza de que fue objeto cuando en junio de 2010 iba a ampliar por un año su mandato bienal como presidente de la citada Agencia Espacial Europea (ESA), un importante organismo internacional, y Sebastián se encargó de frustrar su renovación desde el Ministerio de Industria.
Lucena había abandonado el CDTI unas semanas antes, en mayo de 2010, para hacerse cargo de ISDEFE, una empresa pública de ingeniería y tecnología al servicio del Ministerio de Defensa que entonces dirigía Carmen Chacón. El
cambio de destino no fue obstáculo para que los 17 países que integran
la ESA expresaran su acuerdo para que el representante español
continuase un año más al frente del organismo europeo.
La carta firmada por Teresa Santero
“Para
asegurarme de que el Gobierno español estaba también conforme -señala
Lucena en el libro- me reuní con el jefe de gabinete del presidente,
quien me dio luz verde y subrayó el valioso activo internacional” que
suponía la presidencia española de la ESA. “Pues bien, a los pocos
días, aprovechando mi paso al Ministerio de Defensa, el ministro de
Industria forzó mi destitución como miembro de la delegación española de la Agencia,
lo que automáticamente imposibilitaba mi continuidad como presidente
del consejo”.
El cese se hizo efectivo con una carta firmada por la
secretaria general de Industria que en aquellos días era Teresa Santero, la misma que acaba de ser imputada hace menos de un mes por un presunto fraude de hasta 21 millones de euros en la concesión de subvenciones públicas destinadas a la recuperación industrial de la Bahía de Cádiz.
Lucena afirma con asombro y no poca frustración que “al ministro y a la secretaria general esta ‘gamberrada’ les resultó de lo más divertida y no disimulaban su satisfacción”. “En cualquier caso –añade- además del ridículo que hicimos como país, el resultado de esta vendetta fue el nombramiento de un británico, David Williams, en lugar de un español, como nuevo presidente del consejo de la ESA”.
El relato de tan truculento episodio se cierra con una moraleja lapidaria por parte del autor,
que remata su denuncia en los siguientes términos: “Por decirlo tal
como lo siento: cuesta comprender cómo alguien que desempeña una alta
responsabilidad pública como ministro de España pueda ser capaz de anteponer su sed de venganza personal a los intereses generales de su país”.
Fuente: EL CONFIDENCIAL.