La corrupción no es causa, sino consecuencia. Los funcionarios que
delinquen aquí y en otros países incurren en esas prácticas atizados por
la competencia generada en su entorno que los “obliga” a tener
riquezas, bienes y facilidades que, además de darles seguridad a futuro,
puedan exhibir como evidencia de su condición de triunfadores. La
conducta corrupta es un medio hacia ese
estilo de vida, por eso, no puede ganarse la lucha contra ella dejando
intacto el modelo que la sustenta y la inspira.
Mientras la gente en
general, y los políticos en particular sientan y crean que la medida de
su éxito y de sus posibilidades dependen de la riqueza material y del
poder que ostenten no se puede derrotar la corrupción porque la fuerza
motriz que la desata es demasiado poderosa. Todos los que hoy son
ministros o presidentes saben que mañana no serán nadie pero si además
de eso son pobres, entonces es una tragedia. En la política el mérito es
triunfar y en lo personal enriquecerse.
Enriquecerse para consumir,
para exhibir los bienes mal habidos y, si esos bienes no dieran la
medida de su éxito, la corrupción perdería gran parte de su atractivo.
El miedo a ser descubierto y a enfrentar una que otra sanción no es
disuasivo equiparable porque el más corrupto siempre cree que nunca le
atraparán y si a pesar de todo acontece, de alguna manera saldrá rico,
se moverá a otros ambientes donde le recibirán con los brazos abiertos
porque, después de todo, no ha pasado nada. Ni siquiera en lugares como
China donde la corrupción se paga con la vida, la dureza de la sanción
compite con la fuerza de atracción del modelo.
Estos párrafos vienen
a colación por el escándalo desatado en Francia donde Cahuzac, ex
ministro encargado de luchar contra el fraude fiscal confiesa haber
cometido él mismo ese delito. Naturalmente, la confesión ocurre después
que se hubo descubierto y documentado el delito. Frente a ese caso y
según un titular del diario El País el martes 9 de abril de 2013:
”Hollande intenta poner coto al tsunami de la evasión fiscal en Francia”
“El Elíseo- según la misma publicación- lanzará el miércoles
un proyecto de ley para moralizar la vida pública y frenar la
corrupción.
Pero todos saben que recuperar la credibilidad
perdida en el asunto Cahuzac será una tarea ímproba. No todos los días
un ministro encargado de luchar contra el fraude fiscal confiesa haber
cometido él mismo ese delito”.
¿Esta historia no le recuerda
nada a los dominicanos?Existen tremendas similitudes entre el discurso ,
la amenaza y la promesa del presidente Francois Hollande y la que aquí
ha pronunciado Danilo Medina. En ambos casos, seguimos sin entender.
Hollande ni por ser francés, ni porque sea blanco está más cerca del
logro que Medina. Si esa situación tiene lugar en Francia a la que todos
reconocemos como una sociedad política mejor organizada que nosotros,
piense el lector que se puede esperar aquí.
“El Gabinete
–informa El País- trabaja a toda velocidad para lanzar el miércoles una
batería de medidas basada en las adelantadas la semana pasada por
Hollande: reforzar la independencia de la justicia, reformando el
Consejo Superior de la Magistratura; lucha “sin piedad” contra el
conflicto de intereses mediante la publicación y el control del
patrimonio de los ministros y parlamentarios; prohibición de ejercer
cargos públicos a los condenados por fraude fiscal y corrupción.
La duda es si la necesidad de actuar con rapidez será compatible con la
exigencia de ser convincente. “Las medidas serán estrictas y severas”,
dicen fuentes cercanas al primer ministro, Jean-Marc Ayrault. “Será una
ley muy completa que irá muy lejos en las cuestiones de transparencia,
honestidad, lucha contra el fraude fiscal y los paraísos fiscales”.
Esto sucede en Francia. Vean la reacción del gobierno y parte de la
clase política entonces a nosotros lo que nos toca es reirnos o llorar
porque, ¿donde están las leyes más severas? ¿Las producirá este
congreso? No me hagais reir. Y si tuvieramos las leyes ¿Donde están los
jueces? Y ¿donde está y quien controla el consejo superior de la
magistratura y la procuraduría y esto y lo otro?
La corrupción
desatada en todo el mundo está inspirada por un estilo de vida y un
conjunto de valores falsos pero dominantes. Luchar contra ella y sus
causas no es una tarea auxiliar ni complementaria sino la gestión más
importante de cualquier gobierno en cualquier parte del mundo. Creo, sin
estar del todo seguro todavía, que Felipe Ciprián tiene razón en su
artículo titulad Reorientar el rumbo de la lucha. El problema, como
advertía Alvin Reyes citando un blog Regenerar la Humanidad generado en
España es que la corrupción afecta por igual a los de abajo y esta
corrupción es más preocupante que la de los de arriba.
¿Quien realmente
quiere acabar con la corrupción? Los politicos se acomodan a cualquier
escenario.
Fuente: facebook.
Por MELVIN MAÑÓN
Por MELVIN MAÑÓN