Asistimos
impávidos cómo se gobierna en nuestro nombre y se realizan
actuaciones que nos perjudican
El
poder político, elegido por el pueblo, no controla hoy en día al
poder económico. Es tan sencillo como eso.
La
democracia se tambalea.
El
pueblo no quiere ver convertido su país en una empresa donde primen
los beneficios.
Decía
Winston
Churchill
que “la democracia era, sin duda alguna, el peor de los sistemas
de gobierno inventados por el hombre a excepción de todos los
demás”. Esta afirmación nos puede dar una idea bastante
aproximada de lo que actualmente piensa todo aquel que se considere
demócrata, ya que damos por hecho lo irremplazable
de la democracia
hoy en día y a la vez vemos como se nos difuminan algunos de sus
puntos clave.
La democracia se basa en principios fundamentales como las libertades individuales, la pluralidad política, el sufragio universal, y otros que no vienen sino a ratificar el principio básico de la democracia, es decir, el gobierno del pueblo.
Decisiones
que nos perjudican
El
hecho de que sea el
pueblo quién gobierne el Estado
(mediante su derecho al voto), hace que éste realice políticas
encaminadas a las necesidades y demandas de la gente. A día de hoy,
este principio básico, y raíz de todos los demás, se pierde en
favor de otros intereses
como los mercados, la banca,
etc...
Asistimos
impávidos cómo se
gobierna en nuestro nombre
y se realizan actuaciones que nos perjudican, para beneficiar a
terceros, que como regla general vienen movidos
por un interés económico.
La
democracia está enferma.
Tiene un tumor que muchos llaman neoliberalismo, ultraneoliberalismo
o simplemente mercadocracia. El
poder político,
elegido por el pueblo, no
controla hoy en día al poder económico.
Es
tan sencillo como eso. Se ha renunciado
(entre otras muchas cosas) a
controlar el poder económico
aceptando la libre circulación de capitales, principio básico del
neoliberalismo,
y hemos podido comprobar como éstos capitales fluyendo libremente
pueden desestabilizar cualquier país y cualquier gobierno. Además,
estos capitales obedecen a intereses
meramente lucrativos,
por lo que nos vemos todos atrapados en una red (Gobierno incluido)
de difícil escapatoria.
El
país no es una empresa
La
democracia se tambalea.
El pueblo no quiere ver convertido su
país en una empresa
donde primen los beneficios. El Estado (y su Gobierno) deben ser
garantes del bienestar de sus ciudadanos, no se deben buscar
excedentes económicos, sino la viabilidad
de sus cuentas
para satisfacer las demandas propias de un país desarrollado, tanto
cultural como socialmente.
En estos días vemos como, con la palabra austeridad por bandera, se nos recortan derechos y se nos eliminan servicios y uno se pregunta si acaso estamos perdiendo los principios democráticos a la vez que realizando una transición encubierta a otro sistema de gobierno que, como decía Churchill, siempre sería peor que la democracia. Será entonces cuando entendamos muchas de las reivindicaciones de los indignados. Esperemos que no sea tarde.
(*)
Venancio
del Coso Molina
es Delegado UPyD Valdepeñas
Publicado por Escuela de Ciudadanos
(Manzanares) miércoles, 4 de julio de 2012