Existe un consenso generalizado en considerar la actual tasa de paro como el problema más grave de la economía española. Analizando la evolución del mercado de trabajo español en los últimos veinte años, es fácil concluir que un elevado número de los parados actuales no volverá a reintegrarse en el mercado de trabajo, salvo que cambien sensiblemente las condiciones actuales.
Entre
1984, año de creación del contrato temporal, y 1997, la población
activa se incrementó en 2,7 millones de personas, mientras que la
población ocupada (con trabajo) aumentó en 2 millones de personas.
En la
siguiente década, coincidiendo con el boom inmobiliario, la población ocupada creció en más de 7 millones de trabajadores, hasta superar la cifra máxima de 20,5 millones de personas ocupadas. En ese mismo periodo, la población activa alcanzó los 22,3 millones,
5,6 millones más que en 1997.
Tal aumento sólo se explica por la
llegada masiva de emigrantes, muchos de los cuales acabaron en el sector
constructor, que incrementó su nómina directa en más de dos millones de
personas.
Una vez pinchada la burbuja inmobiliaria, y con la
caída a plomo de la actividad en el sector constructor primero, y en los
demás sectores de actividad después, la población ocupada se ha reducido por debajo de los 16,8 millones (3,8 millones de ocupados menos que en el pico de 2007), mientras que la población activa ha seguido aumentando hasta los 22,7 millones de personas.
El
menor número de parados en el cénit del crecimiento económico fue de
1,8 millones de personas, frente a los casi 6 millones actuales. Si el
número máximo de ocupados de nuestra economía fue de 20,5 millones,
incluyendo al menos dos millones de trabajadores directos en el sector
constructor que se incorporaron durante los años de la burbuja y que no
volverán, difícilmente la economía española será capaz de generar millones de puestos de trabajo para reducir sensiblemente la actual tasa de paro sin cambios radicales en nuestra economía.
Es ingenuo plantear que sin reformas estructurales la situación del mercado laboral revertirá. Es imprescindible una mayor flexibilidad en el mercado laboral. La transformación del mercado laboral alemán desde la reunificación es un ejemplo a analizar.
Desde 1991 la economía alemana ha creado cerca de 3 millones de puestos de trabajo. Sin embargo, el número de horas trabajadas se ha reducido en 1.967 millones, equivalentes a una reducción de 1,16 millones de empleos a tiempo completo.
La explicación es sencilla. El empleo a tiempo parcial se ha duplicado
desde el 14% en 1992 hasta el 26,8% en 2012.
En los primeros años de la
década de los años dos mil, cuando la economía alemana se hallaba
inmersa en una severa crisis del mercado de trabajo, se pusieron en
marcha reformas estructurales cuyo objetivo era incentivar a la
población a encontrar trabajo, imponiendo restricciones al cobro de los subsidios al desempleo y liberalizando el trabajo a tiempo parcial, unido a la inexistencia de un salario mínimo.
Adicionalmente, se permitió que por causas de situaciones de crisis coyunturales en las empresas se pudiese acordar una reducción de la jornada laboral de los trabajadores a la vez que se realizaba el consiguiente ajuste laboral. El Estado compensaba a los trabajadores por las horas que habían dejado de trabajar.
A diferencia lo acontecido en España, Alemania ha sido capaz de incrementar el número de ocupados en 2,6 millones en los últimos siete años, a pesar de la crisis.
La reforma laboral germana ha permitido un aumento de los trabajadores
con empleo, pese a que el número total de horas trabajadas se haya
reducido. Alguno de estos empleos son de pocas horas y con salarios
bajos, pero al menos el paro no sólo no ha aumentado, sino que se ha
reducido.
La realidad es tozuda. O se acometen cambios radicales en el mercado laboral español o seguiremos hablando de millones de parados durante muchos años. Aun siendo economías diferentes, aprendamos de las reformas exitosas de otros países.
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