El lunes pasado me puse en contacto telefónico con el director de comunicación de la Casa del Rey para contrastar la información –conocida por otras fuentes- según la cual Don Juan Carlos estaría valorando la posibilidad de abdicar. Javier Ayuso se limitó a comunicarme que transmitiría mi pregunta al jefe de la Casa y que me volvería a llamar. Nunca lo hizo. Mientras, seguí tratando de contrastar la noticia que
me habían hecho llegar personas con razones suficientes para disponer
de un aquilatado conocimiento de lo que podía estar sucediendo en la
Zarzuela a este respecto.
El miércoles por la mañana
hablé con una de esas fuentes que, a su vez, me remitió a la Casa de
S.M. Antes de que pudiera ponerme en contacto de nuevo con ella, recibí su llamada y una amable invitación para acudir a la Zarzuela y departir sobre este asunto.
A las 9 horas y 10 minutos del pasado jueves estaba en el control de seguridad de Somontes y
a las 9 horas y 25 minutos en la puerta del edificio administrativo de
la residencia de S.M. del que salí a las 10 horas y 35 minutos,
después de una conversación con un interlocutor de la máxima fiabilidad.
Durante la tarde del jueves elaboré la crónica que se publicó ayer en
este diario bajo el título de 'El Rey baraja ya la abdicación'.
En
ningún caso hubiese escrito semejante crónica si hubiese salido del
complejo de la Zarzuela con un desmentido al planteamiento que expuse y
que consistía en que el Rey estaría en situación tal que la
abdicación se configuraba como una salida para el actual bloqueo, antes
descartada y que ahora ya se barajaba.
Muy por el contrario, mi
interlocutor, en vez de negar esa posibilidad, la dio por supuesta, si
bien cuando se produjesen unas determinadas condiciones: la evidencia de
que la salud del Rey le impediría desenvolverse con normalidad -lo que
ahora sucede y puede que no se reponga nunca, por desgracia-, la
necesidad de que el contexto político y social fuese más tranquilo que
el actual porque Don Juan Carlos no admitiría presiones de ningún tipo
y, finalmente, que la renuncia del Rey se produjese con un
reconocimiento a su extraordinaria trayectoria histórica que le
configuraba como el mejor monarca de la historia de España.
Cuando a mi
interlocutor le opuse la dificultad de no disponer de una ley orgánica
reguladora de la abdicación prevista en el artículo 57 de la
Constitución, su respuesta fue tan rotunda -incluso más- que la de los
dirigentes parlamentarios a los que había planteado igual cuestión: en muy poco tiempo, la norma se elaboraría sin ulterior problema .
Naturalmente,
hablar del contexto de la abdicación del Rey sólo adquiere sentido si
se baraja la misma como una opción a ejecutar en determinadas
condiciones y plazos. Si no se plantea, ni está prevista, ni cabe
imaginar que se produzca ¿a qué hablar de las condiciones que deberían concurrir para que aconteciese?
Bastaba negar la hipótesis como verosímil y punto.
Es decir: desmentir
en los mismos términos que ayer la Casa de S.M. lo hizo a la agencia Efe
y a Europa Press. No sería la primera vez que una negativa de fuente
autorizada exige por razones deontológicas evitar la publicación de una
información aunque otras fuentes de carácter colateral y fiable la
acreditasen. Cuando el 15 de abril publiqué en este diario 'Historia de cómo la Corona ha entrado en barrena', con determinadas revelaciones nada inocuas, la Casa de S.M. no había entrado en la dinámica de desmentir hasta sus propias afirmaciones y sugerencias.
Por supuesto, el cálculo de duración del proceso de Iñaki Urdangarin no es de mi cosecha, sino de la propia Casa de S.M. el Rey:
entre un año y año medio. Con esta previsión: en otoño de 2013
finalización de la instrucción y unos meses después, ya en 2014, la
vista oral en la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca. Entre el
cierre de la instrucción y el señalamiento del juicio, un periodo-valle
en el que no se produciría ya ni declaraciones, ni imputaciones. Tampoco
es de mi cosecha –en ningún caso puede serlo- la certeza del
malestar de la Casa del Rey sobre cómo el fiscal y el juez instructor
del caso Nóos han admitido correos de Diego Torres sobre las gestiones de Urdangarin y Corinna Sayn Wittegnstein, con el supuesto y no probado conocimiento del Rey, para que su yerno accediese a la presidencia de la fundación Laureus.
He de subrayar que ni
en la convocatoria para acudir al edificio administrativo de la Casa de
S.M. el Rey ni durante la conversación de una hora larga que mantuve con un interlocutor de absoluta fiabilidad se me requirió ni confidencialidad, ni muchos menos off the record.
Es más: el encuentro que mantuve en aquellas dependencias era conocido a
mediodía del jueves por terceras personas y no precisamente porque yo
la propalara.
Dice el refrán español que “en boca cerrada
no entran moscas”. La Casa de S.M. la tuvo ayer abierta y le entraron.
Tantos años de cauto silencio hubiesen merecido, en este caso, una
mínima prórroga en el ejercicio de esa tradicional prudencia.
Fuente: EL CONFIDENCIAL.COM