La mayoría nacionalista cosechada por PNV y Bildu está haciendo
volar la ilusión de los nacionalistas catalanes que intentan unir el
futuro independiente de Cataluña y Euskadi. Sin embargo, el árbol no
debe impedir ver el bosque. La realidad política y la acción política de
los partidos vascos, difiere sustancialmente de la realidad política
catalana y de la acción política de los partidos catalanes.
En primer lugar, el pragmatismo del PNV no tiene nada que ver con CiU.
Urkullu ha realizado una campaña en la que ha primado la salida de la
crisis sobre la solución nacional. De hecho, el futuro lendakari se ha
abierto a pactos plurales y estables. Ciertamente, no ha tirado la
toalla de la reivindicación nacional pero el concierto le sitúa en una
posición mucho más cómoda en tiempos de crisis que a los nacionalistas
catalanes ahogados por las deudas y la falta de liquidez.
El nacionalismo vasco quiere marcar sus propios tiempos y los quiere marcar alejados de la marea soberanista catalana.
Su primer escollo es la presentación de presupuestos que deberán contar
con el apoyo de otras fuerzas parlamentarias. No parece que Bildu,
anclado en los postulados maximalistas para “alcanzar la creación de un
estado socialista independiente”, sea el socio esperado. Más bien, los
presupuestos deberán contar con el aval de populares o socialistas. Este
aval no hace verosímil seguir avanzando en la construcción de un nuevo
estado de Europa. Antes, al contrario, se pueden abrir otros escenarios
como relegar a Bildu de la Diputación Foral de Guipúzcoa que gobierna
porque hasta ahora ha sido imposible un pacto que la apeara del
ejecutivo foral. La nueva situación política abre una nueva posibilidad.
Además, el
PNV está muy ligado al tejido empresarial vasco que recela de
postulados independentistas y se encuentra cómodo en el concierto.
Este tejido empresarial está más interesado ahora en arbitrar medidas
que le permitan salir de la crisis con celeridad más que en aventuras
soberanistas y menos de la mano de EH Bildu, cuyo referente ideológico
es la Venezuela de Chaves.
En Cataluña lo más aproximado al
nacionalismo socialista de Bildu es la CUP. Ni Esquerra Republicana ni
Solidaritat Independentista se acercan a las posiciones maximalistas de
Bildu. Y, sobre todo, ningún partido independentista catalán amenaza el
liderazgo nacionalista de Mas y de CiU. Todo lo contrario que en el País
Vasco, dónde Bildu quiere marcar esta legislatura como el sorpasso a
los peneuvistas. En estas elecciones, no lo ha conseguido pero lo
seguirá intentando.
Por eso, el PNV marcará distancias para consolidar
su protagonismo en el mundo nacionalista. De hecho, hoy los dirigentes
del PNV ya recuerdan que la actual composición del parlamento vasco no
difiere en exceso a la composición anterior a la ilegalización de Bildu.
O sea, ningunean los resultados de Bildu.
Las
diferencias entre Cataluña y Euskadi son ostentosas.
Solamente ese
cierto sentimiento de admiración del nacionalismo catalán hacía el
nacionalismo vasco dibuja una realidad idílica en la que ambas
nacionalidades avancen de la mano hacía la independencia.
La realidad es tozuda y todo parecido es una coincidencia, un espejismo. Por si fuera poco, además, Urkullu es un pragmático y el nacionalismo vasco es pragmático. Mas es un mesiánico
y el nacionalismo catalán es más de sentimiento que de razón. Todo
parece igual pero si busca las siete diferencias, no tenga duda, las
encontrará.
TONI BOLAÑO
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