Es cierto que el sistema electoral español no es de tipo mayoritario,
sino proporcional. Los escaños no van a parar en exclusiva a aquel
partido que dentro de una circunscripción ha obtenido la mayoría de
votos, sino que se reparten proporcionalmente entre las distintas
formaciones políticas. La finalidad de esta fórmula es que las
instituciones democráticas reflejen de un modo más fidedigno la voluntad
del plural pueblo soberano. Sin embargo, cuando los partidos que
ostentan el poder tratan de pervertirlo y de retorcer los mandatos
ciudadanos, el sistema proporcional puede, paradójicamente, conducir a
un ataque directo contra esa voluntad popular.
Una de esas perversiones es el famoso Pacto del Tinell; acuerdo por el
que todos los partidos decidieron coaligarse para bloquear el acceso del
PP a los distintos gobiernos. Es harto dudoso que la voluntad de sus
electores fuera que todas estas heterogéneas formaciones se unieran en
un frente común contra los populares, pero aun así se formaron gobiernos
cojos y contra natura que, posteriormente, han sido revocados en las
urnas. En gran medida, tras sus excelentes resultados electorales del
22-M, el Pacto del Tinell ha dejado de ser funcional. No obstante,
todavía existen reductos donde la filosofía del Tinell sigue en pie. Dos
ejemplos nos valdrán para ilustrarlo.
El caso más claro puede que sea el del Ayuntamiento de Getafe: allí
UPyD tiene la llave para la gobernabilidad. Sus concejales se
comprometieron a votar a la lista más votada –que ha terminado siendo el
PP– y, en todo caso, marcaron considerables distancias con el PSOE de
Pedro Castro, quien llegó a incluir a una imputada en las listas. Pese a
ello, parece que la posibilidad de tocar poder real con el PSOE les
está llevando a desdecirse y a plantearse incumplir el compromiso que
asumieron ante sus votantes (quienes a buen seguro deseaban un cambio en
el consistorio): un gesto que resultaría lamentable para un partido que
pretende colocarse a la vanguardia de la muy necesaria regeneración
democrática en nuestro país.
Algo similar sucede en el caso del Ayuntamiento de Leganés. Allí, PSOE e
IU han perdido la mayoría en favor del PP y de la ULEG, un partido
local cuyo votante medio está ideológicamente muy cercano al PP. Los de
ULEG firmaron ante notario que se apoyarían a sí mismos en la
investidura, y de momento no parece que vayan a traicionar este
compromiso con sus electores.
Cosa distinta sucede con PSOE e IU,
quienes llevan más de tres décadas controlando el consistorio y están
enormemente preocupados de que el PP los sustituya y comience a levantar
alfombras. De ahí que se estén planteando elevar a alcalde al candidato
de la ULEG, algo que obviamente se opondría por entero a la voluntad de
quienes los votaron para que fueran ellos quienes gobernaran.
En definitiva, las ansias de poder de nuestros políticos o el deseo de
conservarlo a cualquier costa bien pueden conducir a la formación de
gobiernos inestables y contra natura que, lejos de gobernar de acuerdo a
los deseos de la mayoría de los electores, subviertan su voluntad en
nombre de minoritarios intereses espurios. Esperemos que, finalmente, el
sentido común y democrático termine imponiéndose.
Fuente: LIBERTAD DIGITAL.
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