domingo, 9 de febrero de 2014

CAUSAS DE LA CORRUPCIÓN


 «Causas y efectos de la corrupción»: Ignacio Carbajosa apunta en El Mundo la raíz del problema


Reproducimos aquí por su interés las reflexiones que Ignacio Carbajosa ha dedicado 21/10/2013 en el diario El Mundo a la epidemia de la corrupción en España.


El autor analiza la pérdida de valores de la sociedad española y la falta de respuesta de la clase política

Sostiene que se ha expulsado de la vida pública todo lo que tiene que ver con el significado de la existencia.

Nuestra cultura occidental se ha sentido siempre apegada al ejercicio razonable de ligar, en una dirección u otra, causas y efectos. Y no sólo a partir del desarrollo del método científico.

Ya los griegos nos enseñaron a pensar por deducción e inducción, y, antes que ellos, los profetas bíblicos invitaban a reflexionar al pueblo testarudo, para que ligara sus acciones a las consecuencias que sufría.

Desde hace ya algunos años, la sociedad española sufre una epidemia, la corrupción, cuyos síntomas se dejan ver todos los días en los periódicos. Hasta tal punto se trata de un fenómeno grave que se ha convertido en la segunda preocupación de los españoles, sólo por detrás del paro. 

Han sido precisamente las dimensiones de esta epidemia, vieja como la humanidad, las que han puesto en marcha en la plaza pública el ejercicio de razón al que arriba me refería: buscar las causas de la corrupción, de esta corrupción.

Desde el efecto, remontar hasta la causa.

Como llevamos ya tiempo a vueltas con la corrupción, hemos podido escuchar recetas y análisis de causas muy variopintos, todos ellos expresión de esta querencia, que el cielo nos la conserve, de ir al origen de los fenómenos. 

Sin embargo, el ejercicio de razón realizado en público no siempre alcanza los niveles deseables. En muchos casos, se proponen soluciones que atacan los síntomas, dejando las causas intactas. Pan para hoy y hambre para mañana. 

En otras ocasiones, lo que falla es la relación causa-efecto: se proponen alegremente causas que sólo remotamente pueden generar un efecto como el que nos ocupa. No siendo nuestro objeto de estudio una cobaya o una máquina eléctrica carecemos de respuesta o reacción a nuestras hipótesis. En realidad la respuesta nos llega, sólo que a muy largo plazo, y hay cosas que no pueden esperar.

Si hacemos un repaso somero por algunos de los análisis y recetas propuestos podremos ilustrar lo dicho. Muchas medidas se han implementado para atajar la corrupción en los partidos políticos, en la adjudicación de concursos en la administración local, en la gestión de fondos públicos, en la dirección de entidades financieras, etc. En el ámbito de la justicia se han endurecido penas, se han realizado castigos ejemplares, se han creado fiscalías propias…

Se trata de medidas tan necesarias como insuficientes. Cumplen su labor: dificultar, disuadir, pero no atacan de raíz el problema que está en el origen de una cultura de la corrupción.

Tampoco bastan las llamadas a la honradez que se esconden detrás de los manuales de buenas prácticas políticas en partidos y gobiernos. Muchos de los corruptos actuales las firmaron en su día. ¿Quién no firmaría una declaración de intenciones de este tipo?

Cierto, no sólo hemos asistido a la proliferación de medidas para atajar los síntomas. 

También hemos leído o escuchado propuestas que intentan identificar las causas de esta corrupción, de su persistencia y su volumen. Es aquí donde el ejercicio de razonamiento no siempre está a la altura de nuestra mejor tradición intelectual. 

En algunos casos se dice que estamos ante un problema de cultura política o de cultura de lo público. Es cierto, sólo que hemos dado únicamente con una causa intermedia, sin llegar a la raíz. 


Es como identificar que en el origen de una determinada enfermedad hay una acumulación de azúcar en la sangre.

Perfecto. Ahora hay que entender por qué se acumula ese azúcar ahí. Es decir, por qué en los últimos ¿20? ¿30 años? ha crecido una cultura de lo público como la que padecemos.

Mientras que estos análisis, aún razonando bien, son penúltimos, otras propuestas son simplemente erradas. Razonan mal, conectan mal causas y efectos. Últimamente se ha querido ligar la corrupción a la educación católica de este país. 

El hecho de que Dios sea misericordioso y la Iglesia tenga el poder de perdonar parece haber dado alas a los corruptos que ajustan cuentas con el confesor y se consideran exentos de su responsabilidad pública. 

Ignoro si tras esta lógica se esconde la vieja teoría de Max Weber de que la cultura protestante, que fomenta el trabajo y la moral pública, dio origen al avance capitalista, mientras que la cultura católica retrasó el progreso en aquellos países donde dominaba. 

En este caso, sí que hemos tenido tiempo suficiente (y estudios adecuados) para rechazar esta teoría que siempre resultó muy atractiva entre nuestros intelectuales. De hecho, se concluye hoy, el capitalismo nació mucho antes y en suelo católico.

Pero no hace falta remontarse a Weber para mostrar la debilidad de los nexos que esta propuesta establece. Ya en el punto de partida presenta un equívoco: pretender que nuestro país sea, en la actualidad, hijo de la moral católica. 

Resulta asombroso que los que sostienen esta teoría caigan en el error que se achaca normalmente a gran parte del episcopado español: que piensan que nuestro país todavía es un país católico. 

Del mismo modo, es de una ingenuidad pasmosa (que siempre es menos culpable que la ignorancia) pensar que los hombres y mujeres que pueblan nuestras primeras planas pasan por el confesionario para descargar sus culpas y ahorrarse así la responsabilidad civil.

Por otro lado, la tesis de fondo parece desconocer la verdadera dinámica del sacramento del perdón, en el que se produce el encuentro entre un ser herido por su incoherencia y la inesperada e inmerecida misericordia divina que genera un hombre nuevo, con una relación nueva con la realidad.

Hace unos días retomé una vieja lectura muy recomendable en el asfixiante contexto cultural en el que hoy nos encontramos. Se trata de la obra La abolición del hombre, del escritor inglés C.S. Lewis (Encuentro, Madrid 1990).

Preocupado por los análisis penúltimos sobre la corrupción, mis ojos toparon con esta agudísima observación que resulta de una actualidad pasmosa y que supone un ejercicio lúcido de ligar efectos y causas:

«Es difícil abrir un periódico sin que te venga a la mente la idea de que lo que nuestra civilización necesita es más empuje, o dinamismo, o autosacrificio, o creatividad. Con una especie de terrible simplicidad extirpamos el órgano y exigimos la función. 

Hacemos hombres sin corazón y esperamos de ellos virtud e iniciativa. Nos reímos del honor y nos extrañamos de ver traidores entre nosotros. Castramos y exigimos a los castrados que sean fecundos».

Hace mucho tiempo que en nuestro país hemos expulsado de la vida pública (y del discurso que consideramos digno de ella) todo aquello que tenga que ver con el significado de la existencia. 

Barriendo esta cuestión del humus cultural en el que crecemos, hemos extirpado de los hombres y mujeres de nuestra sociedad aquel órgano del que brotan los grandes ideales que conforman las vidas más excelsas, aquellas en las que siempre nos hemos mirado.

Nos escandalizamos de la corrupción y buscamos parches para tapar una vía de agua. Tal vez ha llegado el momento de tomar en serio nuestra humanidad y empezar a plantearnos, también en el ágora pública, alguna preguntas pertinentes:

¿por qué trabajo, a dónde tiende mi avidez, qué sacia mi deseo sin fin…? O lo que es lo mismo, ¿quién soy yo? Son preguntas, que junto con las propuestas de sentido, han acompañado siempre a toda sociedad que crece armónicamente. Nosotros nos reímos de ellas y luego, escandalizados, lloramos exigiendo virtud.

El tiempo se encargará de aquilatar o debilitar las razones aducidas por los diferentes análisis. Mientras tanto, en ese laboratorio que es la vida pública, María de Villota nos ha ofrecido en este año y medio último de su existencia uno de esos pocos ejemplos que, de vez en cuando, se abren paso en medio de la espesura mediática y nos hacen volver a desear una vida más grande. 

Su afirmación, «ahora veo más», después del grave accidente que le arrancó un ojo, puso delante de todos, aunque sólo fuera por un instante, las grandes cuestiones y evidencias que todos anhelamos. Y nos hizo sentir de nuevo ese órgano… o el hueco dolorido tras su extracción. Sin él no es posible la virtud. Peor: no es deseable.

Fuente: Ignacio Garbajosa (Transcrito de Páginas Digital) en el MUNDO.

Los corruptos se quedan con el 25% del dinero de las contratas


·                                 La UE cifra el dinero que se pierde por corrupción en las contratas en España.

·                                 El 97% de las empresas opina que hay actuaciones ilícitas en la Administración


Uno de cada cuatro euros destinados a contrataciones públicas en España se pierde en prácticas corruptas. Teniendo en cuenta que las licitaciones de este tipo mueven alrededor del 18,6% del PIB, la economía española pierde más de 47.000 millones de euros en prácticas ilegales

Unas cifras enormes que corresponden al informe sobre corrupción en la UE que ha elaborado la Comisión Europea y que pone de relieve los deficientes controles existentes en España para combatir esta lacra que afecta de algún modo a todos los Estados miembros y que cuesta a la UE más de 120.000 millones de euros al año.

Según el informe, los focos principales de corrupción en España sonla financiación de los partidos, las competencias urbanísticas en manos de las administraciones regionales y locales y los contratos públicos.

De acuerdo con este informe, el primero que lleva a cabo la Comisión Europea, la financiación de los partidos, las competencias autonómicas y municipales en desarrollo urbanístico y las licitaciones públicas son las tres puertas traseras por las que han salido miles de millones de euros durante años. Un tiempo en el que España se ha ido ganando un puesto en el podio de los países donde mayor percepción de corrupción existe en Europa.

Los resultados del Eurobarómetro que acompañan al documento de la Comisión señalan que el 97% de las empresas españolas detecta prácticas de corrupción en la Administración y un 83% considera que esas prácticas ilegales están muy extendidas en la contratación pública gestionada por las autoridades nacionales.

«La contratación pública es un área propensa a generar prácticas ilegales dadas las grandes cantidades que se mueven y España es uno de los países que más preocupación nos genera», admite un técnico del equipo de la comisaria de Interior, Cecilia Mälmstrom, encargado de coordinar la investigación. 

Prácticas corruptas

El documento se apoya en un análisis previo para concluir que entre un 20% y un 25% del dinero gestionado en las contrataciones públicas se pierde en prácticas corruptas, aunque admite que, «en algunos casos, puede llegar hasta el 50% de los costes totales de los contratos».


Los sobornos y, en menor medida, las licitaciones fraudulentas son las prácticas más extendidas en España, de acuerdo con un informe encargado por la oficina antifraude europea (Olaf) el año pasado. 

En uno de cada tres contratos evaluados se detectó algún tipo de soborno, según aquel documento que, en realidad, no descubría nada nuevo: un año antes, el Tribunal de Cuentas había analizado 2.500 contratos adjudicados entre 2006 y 2007 por una cuantía total de 10 millones de euros, en los que detectó un buen número de prácticas que, si no eran corruptas, al menos sí evidenciaban vulnerabilidades en los procedimientos, como el fraccionamiento de la cuantía de los contratos con el fin de eludir las normas de contratación pública.

Bruselas propone al Gobierno encargar «una evaluación independiente de los grandes contratos de obras públicas y de las decisiones de planificación urbana», así como «aumentar la capacidad del Tribunal de Cuentas y organismos similares a nivel regional para llevar a cabo controles sistemáticos y oportunos». No son las únicas recomendaciones que hace la Comisión en este informe, con carácter bienal y que se suma al que ya publicó el pasado año el Consejo de Europa con conclusiones igual de contundentes.

Mayor control a las administraciones


El informe europeo pone de relieve que los controles que hay son deficientes.

Los focos a vigilar son los partidos, el urbanismo y las licitaciones públicas.

También pide reforzar el control sobre las administraciones regionales y locales, donde se concentra la mayor parte de estas prácticas delictivas. «La eficacia de los controles de gasto público a nivel regional y local parece ser insuficiente, en la medida en que las amplias competencias atribuidas no se corresponden de manera equilibrada con una rendición de cuentas equilibrada». El «clientelismo» vinculado a los alcaldes y concejales municipales sonroja en Bruselas, donde ponen de relieve que «numerosos procesos penales pasados y en curso por denuncias de corrupción atañen a cargos electos y locales».

Una base de datos periodística y abierta a la que hace referencia este informe señala que entre 1996 y 2009 tuvieron lugar 5.144 casos de corrupción, en los que estuvieron involucrados 600 municipios. Las actividades más comunes son financiación ilegal, enriquecimiento ilícito, conflictos de intereses y desvío de fondos, tanto nacionales como de la UE. Precisamente, la Comisión Europea anunció hace dos semanas que ha congelado las ayudas regionales gestionadas por UGT y está investigando su presunto uso fraudulento.

1.754 procesos judiciales

Otro asunto que preocupa en Bruselas son los «amplios poderes discrecionales en materia de planificación urbana» que tienen los ayuntamientos y alcaldes españoles, frente al control «limitado» que ejercen los gobiernos regionales. En este sentido, los autores del documento llaman la atención sobre los 1.754 procesos judiciales relacionados con actos ilegales de ordenación del territorio que se incoaron en 2011. Las recomendaciones piden «reforzar los códigos de conducta», «reforzar las normas sobre publicidad patrimonial» y, con especial énfasis, «garantizar el necesario marco de aplicación de la nueva ley de transparencia, acceso a la información y buen gobierno».

Según explicó ayer la comisaria Mälmstrom, algunos indicadores apuntan a que la corrupción ha aumentado durante la crisis, aunque a la vez son precisamente las dificultades económicas las que agudizan la lucha contra esta «lacra». Aun así, los esfuerzos, no de España, sino del resto de países, son «insuficientes». Sólo los escandinavos registran unos comportamientos ejemplares en los que, según el Eurobarómetro, lo anómalo es que se den prácticas corruptas.

Fuente: JAVIER G. GALLEGO Corresponsal del MUNDO en Bruselas


miércoles, 5 de febrero de 2014

CORRUPCIÓN: NO ESTAMOS SOLOS




La corrupción, como los brotes de nacionalismo, no es un asunto interno. La Comisión Europea acaba de declararse beligerante. Por ahora, sin medidas concretas. Sólo con un estudio sobre prácticas corruptas en el seno de la UE y algunas recomendaciones para atajar el problema. Hay un capítulo especial dedicado a España, que figura en el informe por méritos propios con más de cinco mil casos denunciados entre 1996 y 2009. Y un destacado tercer puesto, detrás de Grecia e Italia, en la percepción de la ciudadanía sobre la corrupción ambiental.


Como en nuestro país ya vamos sobrados de memoria respecto a malas prácticas en la vida pública, nos hemos consolado con el mal de muchos. Nunca hubiéramos sospechado que en países como Holanda, Reino Unido, Alemania, Francia o Austria, más de la mitad de sus respectivos ciudadanos también creen que viven rodeados de corrupción. No es comparable a España, claro, donde lo creen 95 de cada 100 personas, pero si hacemos el recuento general topamos con esta inesperada verdad matemática: tres de cada cuatro europeos creen estar viviendo en medio de una corrupción generalizada. Y eso de alguna manera nos mete en el partido a la hora de las comparaciones con Latinoamérica, que es donde llevan la fama.


Hemos de poner bajo sospecha la voluntad de combatir la corrupción por parte de gobernantes y clase política en general¿Qué decir de nuestro país que no se haya dicho ya? Que no es problema de leyes, sino de actitudes. Y que hemos de poner bajo sospecha la voluntad de combatir la corrupción por parte de gobernantes y clase política en general. Me refiero, como es lógico, a la parte no contaminada de esos servidores de lo público, que es mayoritaria. Siempre reaccionan igual. Por preservar la imagen de la institución, el partido, el sindicato, la corporación, acaban arropando al corrupto, que normalmente no actúa solo, sino con colaboradores necesarios del entorno.


El miedo al escándalo bloquea el deber de colaboración con la Justicia o la natural aversión del grupo a la manzana podrida. Lo vimos en el caso de UGT y la Junta de Andalucía, al negar las evidencias hasta que se les vino encima el tsunami judicial y mediático. Y lo hemos visto en el caso Bárcenas, con las tácticas dilatorias del PP ante la petición de documentos por parte del juez, destruyendo discos duros o acusando al adversario político de haber urdido un montaje.

 Antonio Casado

Hay otras dos formas de consolarse con el mal de muchos. Una es que en España la corrupción aumentó con la crisis económica, como se refleja en el informe de la UE. Y otra es convencerse de que la corrupción en la vida pública ha disparado la corrupción en la vida privada por aquello de que si el cura va a peces, qué no harán los feligreses. Eso nos remite a la economía sumergida y, como uno de sus efectos más nocivos, al fraude fiscal.


De esto no se ocupa el informe de Bruselas, pero nos basta y sobra con el reciente estudio de la Asociación de Técnicos de Hacienda, que puso sobre la mesa un dato desalentador: el movimiento de dinero negro en España ha subido siete puntos desde que comenzó la crisis. Alcanza ya el 24,6 % del PIB. Es un volumen de economía sumergida calculado por los profesionales de la Hacienda Pública en 253.000 millones de euros (al cierre de 2012). Imagínense ustedes la potencia inversora del Estado, las rebajas de impuestos o el fin del problema del déficit público, que supondría el afloramiento de tan sólo la mitad de ese dinero.

  en el CONFIDENCIAL

martes, 4 de febrero de 2014

CATALUÑA Y LA GUERRA DE SUCESIÓN.




“Verdades a medias y bastantes demagogias están siendo manejadas por el gobierno del Sr. Mas, confundiendo el conocimiento objetivo de la Historia.

Ahora resulta que la Guerra de Sucesión, felizmente acabada con la capitulación de Barcelona el 11 de septiembre de 1714, en manos de Felipe IV, se quiere manipular ocultando que el verdadero objetivo de esa triste contienda civil , era el enfrentamiento entre las potencias impulsoras de la entrada como rey del archiduque Carlos de Austria – dando continuidad al la monarquía española – y los que preferían a Felipe de Anjou ( borbones ), con la implicación por tanto de austriacos, ingleses y franceses , con una fatal consecuencia cifrada en torno al millón de muertos por la guerra.

Cataluña, por tanto no cayó, por ninguna guerra de independencia de Cataluña, sino por el enfrentamiento de dos dinastías, que llegaron a producir un riesgo secesionista en Aragón y Castilla.

El “héroe” catalán Rafael de Casanova, combatió en defensa del Austria y nunca en defensa de Cataluña.

Como una “cortina de humo” para aportar miedo y patriotería barata, parece que se está utilizando “el caso catalán” ante una Constitución que deja muy clara la imposibilidad de “consultas” unilaterales...

Como tantos españoles, siempre he amado a Cataluña, incluso elegida para un post grado que realicé en su Universidad Politécnica y desde luego jamas sentí ninguna exclusión por ser castellano.

Habrá casos que se sientan agredidos, - quiero creer que son fruto de animadversiones – pero hay muchos Castellanos-Manchegos residiendo en Cataluña, que se sienten catalanes y por tanto españoles.

Espero que 2014 solucione definitivamente tanta incomprensión e intolerancia, volviendo a su cauce la necesaria convivencia en paz de todos .”


Dario Pozo Ruz.